— ¿Por qué nunca nos dijiste que el abuelo vive en un castillo?

— Sí se los dije, cuando estaban pequeños les hablé de su abuelo.

— Mamá, eso fue hace mucho.

— Hablas como si hubiesen cumplido cincuenta años.

Antes de poder replicar, el auto se detuvo. La mujer que se encontraba al volante volteó hacia atrás después de quitarse el cinturón de seguridad, mirando con seriedad al par de adolescentes que se encontraban visiblemente confundidos sobre lo que estaba pasando, cada uno con sus respectivas mochilas a un lado.

— Escúchenme bien los dos, quiero que se queden donde les diga y no toquen nada sin haberme preguntado primero, ¿está claro?

— ¡Estás loca!

— Maddox, no puedes hablarme así, soy tu madre.

— Y tú no puedes traernos aquí sin explicarnos nada, salimos de la casa a escondidas de Mark en el medio de la noche para venir porque supuestamente el abuelo se sentía solo, eso no tiene sentido.

— Tiene razón.

— Esperaba un poco más de apoyo de tu parte, Nox.

— También quiero saber lo que está pasando.

— Muy bien, es suficiente, no tenemos tiempo para esto. Los tres vamos a entrar ahora, le daremos un fuerte abrazo a su abuelo que nos ha extrañado mucho y hablaremos con calma sobre lo que está pasando. Todo va a estar bien, muy bien. —Terminó susurrando para sí misma al tiempo que abría la puerta del auto con cierta desesperación.

Mirándose entre sí, Maddox y Nox compartieron sin necesidad de palabras aquella gran sensación de preocupación que los envolvía desde el segundo en que habían salido de su casa en el medio de la noche hacia lo desconocido, viendo a su madre comportarse de la forma en que lo estaba haciendo, dejando atrás todo.

Al salir del auto fueron recibidos por una corriente de aire frío que les hizo temblar, por lo que se apresuraron en seguirle el paso a su madre que ya se encontraba a unos pasos de la entrada del castillo que gracias a la neblina a su alrededor parecía un sitio salido de una película de terror.

Contrario a lo que cualquiera esperaría, el interior no les proporcionó mucha calidez ya que se encontraba casi tan frío como afuera. Sin darles tiempo a detallar sus alrededores, su madre se adentró en el castillo rápidamente, dejando las maletas tiradas en la entrada. No sabían qué era lo que estaba buscando pero era evidente que no lo conseguía.

— ¡Papá, ya llegamos! —Gritó.

— Bienvenida de regreso, Señorita Bray.

Tanto Maddox como Nox se sobresaltaron ante la repentina aparición, pero su madre los sorprendió todavía más cuando soltó un grito de felicidad, abalanzándose a los brazos de la mujer de avanzada edad que la recibió con gusto entre risas. Nunca habían visto a su madre reaccionar así ante la presencia de nadie que no fuesen ellos.

— Te he dicho un millón de veces que me digas Madelyn, Rose, por favor.

— Me alegro mucho que esté aquí, Señorita Madelyn, la extrañamos.

— ¿Sabes dónde está papá? Debe haberte dicho ya que las razones por las que estamos aquí no son las ideales. —Trató de bajar la voz.

— Sí, ha estado muy preocupado y no ha parado de enviar cartas a todos sus conocidos desde que se enteró.

— Llévame a donde está, necesitamos resolver esto lo más pronto posible.

— Por supuesto. Síganme.

— No, no, ellos se quedan aquí.

— ¿Qué? —Preguntaron al mismo tiempo los adolescentes.

— Ya me escucharon, se quedan aquí. No toquen nada y no vayan a ningún lado antes de que regresemos, les estoy hablando muy en serio. —Les resaltó, señalándolos.

Una vez las dos mujeres se habían ido de la habitación, Maddox comenzó a caminar en dirección a una de las puertas, seguido por Nox.

— Mamá se va a molestar con nosotros.

— No estamos haciendo nada malo, solamente explorando un poco. —Respondió con una sonrisa que insinuaba lo contrario— Estaremos de regreso antes de que se dé cuenta de que nos fuimos.

Sin mostrarse convencida, Nox decidió seguir a Maddox en silencio hasta que entraron en una habitación que parecía ser un estudio donde predominaba la oscuridad, siendo un par de luces tenues las únicas que proporcionaban algo de iluminación para poder saber dónde estaban pisando, pero no la suficiente como para hacer que Nox evitara tropezar con la alfombra del suelo.

— ¡Deja de reírte, idiota! —Se quejó Nox, molesta.

— Está bien, está bien, pero arregla la alfombra.

Una de las esquinas de la alfombra había quedado levantada como consecuencia de ese tropezón, por lo que Nox se inclinó para colocarla como estaba anteriormente, dándose cuenta de que había un tablón de la madera del suelo que se encontraba en una posición extraña, como si estuviese levantado. El corazón de ambos se aceleró cuando notaron el movimiento del tablón, seguido de los demás a su alrededor.

En un movimiento sincronizado, los tablones de madera comenzaron a desaparecer para darle paso a unas escaleras que llevaban hacia una puerta de madera tallada con un gran león enseñando las garras. La puerta se abrió por si sola segundos después de que Nox dio un paso en su dirección, pero lo único que podía verse era absoluta oscuridad. Como si los estuviera llamando entre susurros, ambos bajaron las escaleras.

— ¿Crees que sea buena idea? —Preguntó Maddox.

— Probablemente no.

Sacando su celular, Nox usó la herramienta de linterna para intentar iluminar un poco lo que se encontraba después de la puerta, descubriendo que se trataba de un largo pasillo. Disponiéndose a afrontar sus miedos para descubrir lo desconocido, caminaron hasta el final del pasillo que los llevó a una habitación llena de libros cubiertos de polvo, piedras de muchos colores y una infinidad de frascos de vidrio lleno de sustancias extrañas.

— ¿Sientes eso? —Preguntó Nox en un murmullo.

— ¿El qué?

— Es como… un hormigueo en las manos.

— Seguro es alergia al polvo, no le prestes atención. Más importante es qué es todo esto que tiene el abuelo escondido aquí abajo.

— Creo que lo mejor es que regresemos a donde estábamos, Maddox, no me gusta estar aquí, es extraño.

— Espera un poco, vamos a ver qué más hay aquí.

Acercándose a un espejo, Maddox le pasó la mano por encima para quitarle el polvo que lo estaba cubriendo, quedándose mudo cuando vio la imagen de su madre al lado de un hombre de avanzada edad. Retrocedió tan rápido que tropezó con sus propios pies y se terminó cayendo de espaldas en un estruendo. Nox tuvo la intención de preguntarle si se encontraba bien, pero las voces provenientes del espejo le hicieron guardar sus palabras.

— ¿Crees que los niños vayan a tomarlo bien? Sigue siendo su padre.

— Mark ha sido todo menos un padre para ellos y lo sabes, es un loco obsesionado con algo que no debería estar buscando, no podemos permitirle que rompa el equilibrio que nos ha costado tanto.

— Ese es el abuelo. —Murmuró Maddox, mirando desde el piso.

— Maddox y Nox son demasiado jóvenes para entender eso.

— Pues deben entender que su padre ha elegido estar del lado equivocado y como los Bray que son deben defender el pacto de las Diez Familias.

— Ellos no saben del pacto, papá.

— Es culpa tuya y de ese ingrato mal agradecido de Mark, nunca estuve de acuerdo con que les escondieras sus orígenes, ellos debían haber sabido desde un principio lo que son, la clase de poder que tienen en sus venas.

— No sé cómo decírselos.

— No tienes que preocuparte por eso, querida hija, ellos ya lo saben. —Respondió, mirando directamente a Maddox y Nox a través del espejo.