A wound that still bleeds – Chapter III [ESP – ENG]
Español
Puede contener temas y escenas sensibles.
Esta es la continuación de There was a time... – Chapter II y por ello, recomiendo que vayan a revisar el inicio de esta historia si les interesa llevar un orden sobre lo que está pasando.
Las noches en el pueblo eran particularmente frías durante esa época del año pero esa se sentía como si estuviese empecinada en calarles los huesos a sus habitantes, tal vez por ello las calles se encontraban casi vacías, dando una sensación de soledad incómoda que la había hecho regresarse a casa antes de lo previsto, por mucho que su partida de bingo hubiese estado entretenida. Tomando el cuello de su abrigo, lo alzó intentando abrigarse ante una brisa helada que le hizo comenzar a temblar mientras caminaba por la acera sin notar que justo en frente se encontraba un auto estacionado con una persona adentro que al mirarla llegar, abrió la puerta del piloto, acercándosele.
— ¡Señora Kozlov!
Dando un brinco del susto, la mujer volteó rápido en dirección de la voz.
— ¿Tomás? ¡Hola! ¿Qué haces aquí a estas horas? —Preguntó confundida.
— Quería preguntar si Verónica estaba con usted, me pidió que le informara sobre si mi hermano podría arreglarle el auto pero no me contesta el teléfono.
— ¿A ti tampoco? Llevo un par de horas tratando de comunicarme con ella pero no me ha contestado ni regresado las llamadas, dije que no iba a insistir más porque se pone un tanto sensible cuando está en el pueblo con todo lo que le pasó a la pobre Penélope, me imaginé que estaba ya durmiendo, es bastante tarde.
— Puede que esté adentro, ¿le importa si entro con usted?
— No me atrevería a dejarte afuera con este frío. —Bromeó, invitándolo con un gesto.
Recibidos por el reconfortante calor de la calefacción, ambos se quitaron sus abrigos en el recibidor, abriéndose paso hasta llegar a la sala entre comentarios varios.
— ¡Verónica, ya llegué!
— Quizá se haya dormido temprano. —Comentó Tomás, mirando a las escaleras.
— Dame un segundo, Moisés, iré a revisar su cuarto.
— No se preocupe, la esperaré aquí.
Una vez se aseguró de que la mujer se hubiese ido, Tomás se aproximó a pasos rápidos y silenciosos hasta la entrada de la casa, colocándole todos los seguros, regresándose sin desperdiciar tiempo para llegar al lado del teléfono de la casa, quitándole las baterías al ser inalámbrico. Luego de dejarlo en su sitio, se dio cuenta de que la mujer había dejado su cartera sobre uno de los muebles de la sala por lo que se apresuró en buscar el celular de esta con desesperación al saber que se le estaba acabando el tiempo, no consiguiendo nada entre todos los artículos que se encontraban allí. Decidió dejar de intentarlo cuando escuchó pasos arriba acercándose a las escaleras, alejándose del bolso.
— No está arriba, busqué en todas las habitaciones para estar segura… me preocupa que no me haya llamado para avisarme que no se iba a quedar en casa hoy.
— Ya sabe cómo somos los jóvenes, Señora Kozlov, a veces estamos en nuestro mundo y se nos olvidan muchas cosas.
— Trataré de llamarla de nuevo. —Dijo, yendo a buscar su bolso. Cuando lo tuvo en las manos, se quedó un segundo mirando su interior sin hacer ningún movimiento.
— ¿No hay alguien con quien pueda estar? ¿Un amigo?
Tomando el bolso, la mujer comenzó a caminar hacia la cocina, negando con la cabeza.
— Verónica dejó de tener contacto con las personas del pueblo cuando se mudó.
Tomás hizo un sonido de entendimiento.
— Creo que será mejor que te vayas, Tomás, yo le diré a Verónica mañana que pasaste.
En su tono trató de mostrarse segura sobre sus palabras, pero la forma en la que se había quebrado su voz la delató sobre lo asustada que se encontraba en realidad, por eso tomó en un movimiento rápido uno de los cuchillos de la cocina, apretándolo en su mano que ahora le temblaba no por el frío sino por el miedo. Aprovechándose de su estado, Tomás se acercó poco a poco hacia ella con seriedad mientras de su espalda sacaba algo que no estaba a la vista de la mujer, deteniéndose frente al mesón de la cocina para sentarse en uno de las sillas sin quitarle la mirada de encima a la dueña de la casa que ya tenía unas lágrimas recorriéndole las mejillas.
— No sea estúpida, Señora Kozlov, todo el mundo sabe que las pistolas ganan. —Dijo, mostrándole la pistola que sostenía en una de sus manos.
— Tomás, por favor…
Llevándose el dedo índice de su mano libre hacia los labios, Tomás le indicó que hiciera silencio, apuntándole con la pistola.
— Escúcheme bien, quiero que suelte ese cuchillo lentamente en el piso y lo patee lejos, hace algún movimiento extraño y le juro que no me importa disparar. —Le ordenó, con una calma impropia de la situación en la que se encontraba. Cuando la mujer cumplió y dejó de sostener el cuchillo, Tomás bajó la pistola, dando un gran suspiro— Esperaba… espíritu de lucha, Señora Kozlov, ¿dónde quedó esa mujer que no tenía miedo de luchar contra un hombre borracho del doble de su tamaño?
Ante ese comentario, la mujer abrió los ojos en señal de sorpresa.
— ¿Quién te dijo eso? —Preguntó entre dientes.
— ¿Creía que después de todo lo que hizo mi hermano se olvidaría de usted? Puede que a nadie en este maldito pueblo le haya importado lo que hizo, pero a nosotros sí, dejó a un niño indefenso en las garras de un alcohólico. —Dijo con rabia.
— Tomás, ¿qué se suponía que debía hacer? ¿Quedarme al lado de tu padre mientras me maltrataba solamente por Moisés?
No contento con el tono de voz que estaba usando, Tomás la apuntó con su pistola.
— ¡No tiene derecho a estar molesta! —Gritó.
— ¡Por supuesto que tengo derecho a estar molesta! Aguanté demasiado estando al lado de ese monstruo porque quería a tu hermano pero tuve que elegir.
— Ah, ¿entonces todo está perdonado?
— Llamé a los Servicios Infantiles para que se hicieran cargo de la situación, que hayan dejado a Moisés al cuidado de Víctor no fue culpa mía, yo no podía hacer nada al no ser su madre biológica y su padre nunca quiso que adoptara a tu hermano.
— ¡Eres una mentirosa! —Tomás se levantó de la silla bruscamente, lanzando al piso lo que se encontraba sobre el mesón de la cocina.
— Tomás, escúchame…
— No quiero escuchar más de tus mentiras, date la vuelta.
— Tomás…
— ¡Date la maldita vuelta!
Unos segundos después, Tomás le propinó un golpe en la parte trasera de la cabeza con la misma pistola, agarrando a la mujer entre sus brazos cuando caía inconsciente. Tomó su cuerpo como si se tratara de una muñeca de trapo mientras la colocaba en su hombro derecho, llevándose consigo su bolso en el trayecto hasta la entrada de la casa porque no quería dejar el teléfono atrás. Quitándole los seguros a la puerta, abrió por un momento, asomándose para asegurarse de que no hubiese nadie caminando que pudiera ver lo que estaba pasando, saliendo cuando encontró la calle en completa soledad. De todos modos no se quiso arriesgar tardándose demasiado en irse, por lo que cerró la puerta usando las mismas llaves que estaban dentro del bolso y corrió hasta el auto, abriendo el maletero. Sin cuidado alguno, lanzó a la mujer dentro, cerrando con fuerza para entrar al auto con su celular en mano ya haciendo una llamada.
— Ya la tengo, ¿voy al sitio? —Preguntó después de que contestaron.
— Sí.
— ¿Qué pasará con Verónica?
— ¡Deja de hacer preguntas! Eres un estúpido.
— ¡Ya sabía que reconocía este auto!
La voz repentina a su lado hizo que el corazón de Tomás comenzara a latir sin control y su mano se apurara en cubrir con una bolsa de comida cercana la pistola que tenía sobre el asiento del copiloto. Mirando por la ventana se encontró con un hombre de avanzada edad que le sonreía con simpatía, podía ver que sus labios se movían pero no le prestaba atención, en lo único que podía pensar era en su mala suerte.
— Disculpe, ¿qué dice? —Preguntó, devolviéndole la sonrisa.
— ¡Nada, nada! No es común ver autos estacionados aquí tan tarde, por eso me acerqué a preguntar pero me di cuenta de que se trataba de ti, eres el hijo de Cruz ¿no? El menor de los tres.
— Sí soy el hijo de Cruz, pero mi papá solamente tuvo dos hijos.
Rascándose la cabeza, el anciano frunció el entrecejo.
— Juraría que eran tres.
— No, somos dos. Mire, me tengo que ir, es muy tarde y me esperan en casa.
— Sí, sí, no me prestes atención, este viejo ya no recuerda ni qué día es hoy. —Bromeó.
Riéndose por compromiso, Tomás encendió el auto, comenzando a salir de la calle.
— Viejo loco. —Masculló.
Continuará…
English
This is the continuation of There was a time... - Chapter II and therefore, I recommend that you go check the beginning of this story if you are interested in keeping track of what is going on.
The nights in town were particularly cold during that time of the year but that one felt as if it was determined to warm the bones of its inhabitants, maybe that's why the streets were almost empty, giving an uncomfortable feeling of loneliness that had made her return home earlier than expected, no matter how much her bingo game had been entertaining. Grabbing the collar of her coat, she pulled it up, trying to keep warm against an icy breeze that made her start shivering as she walked along the sidewalk without noticing that right in front of her was a parked car with a person inside who, upon seeing her arrive, opened the driver's door, approaching her.
“Mrs. Kozlov!”
Startled, the woman turned quickly in the direction of the voice.
“Tomas? Hello! What are you doing here at this hour?” She asked in confusion.
“I wanted to ask if Veronica was with you, she asked me to let you know if my brother could fix her car, but she's not answering her phone.”
“You either? I've been trying to reach her for a couple of hours but she hasn't answered or returned my calls, I said I wasn't going to insist anymore because she gets a little sensitive when she's in town with all that happened to poor Penelope, I figured she was already asleep, it's pretty late.”
“She might be inside, do you mind if I come in with you?”
“I wouldn't dare leave you out in the cold.” She joked, inviting him with a gesture.
Welcomed by the comforting warmth of the heater, they both took off their coats in the foyer, making their way to the living room amidst various comments.
“Veronica, I'm home!”
“Maybe she fell asleep early.” Tomas commented, looking at the stairs.
“Give me a second, Tomas, I'll go check her room.”
“Don't worry, I'll wait for you here.”
Once he was sure that the woman had left, Tomas approached the entrance of the house with quick and silent steps, placing all the locks on it, returning without wasting time to get to the side of the house telephone, removing the batteries as it was cordless. After leaving it in its place, he realized that the woman had left her purse on one of the living room furniture so he hurried to look for her cell phone in desperation knowing that he was running out of time, not getting anything among all the items that were there. He decided to stop trying when he heard footsteps upstairs approaching the stairs, moving away from the bag.
“She's not upstairs, I searched all the rooms to be sure...I'm worried she didn't call me to let me know she wasn't staying home today.”
“You know how we young people are, Mrs. Kozlov, sometimes we are in our own world and forget many things.”
“I'll try to call her back.” She said, reaching for her bag. When she had it in her hands, she stood for a second looking inside without making a move.
“Isn't there someone she could be with? A friend?”
Taking the bag, the woman started walking towards the kitchen, shaking her head.
“Veronica stopped having contact with people in town when she moved away.”
Tomas made a sound of understanding.
“I think you'd better go, Tomas, I'll tell Veronica tomorrow that you stopped by.”
In her tone she tried to sound confident about her words, but the way her voice had cracked gave her away about how scared she really was, so she took in a quick movement one of the knives from the kitchen, clenching it in her hand that was now shaking not because of the cold but because of fear. Taking advantage of her state, Tomas slowly approached her with seriousness while from his back he took out something that was not in sight of the woman, stopping in front of the kitchen counter to sit on one of the chairs without taking his eyes off the owner of the house who already had tears running down her cheeks.
“Don't be stupid, Mrs. Kozlov, everyone knows that guns win.” He said, showing her the pistol he was holding in one of his hands.
“Tomas, please...”
Holding the index finger of his free hand to his lips, Tomas told her to be quiet, pointing the pistol at her.
“Listen to me well, I want you to drop that knife slowly on the floor and kick it away, make any strange movement and I swear I don't mind shooting you.” He ordered her, with calmness unbecoming of the situation he was in. When the woman complied and stopped holding the knife, Tomas lowered the pistol, giving a big sigh. “I was expecting... fighting spirit, Mrs. Kozlov, where was that woman who wasn't afraid to fight a drunk man twice her size?”
At that comment, the woman's eyes widened in surprise.
“Who told you that?” She asked between her teeth.
“Did you think after all you did my brother would forget about you? No one in this damn town may have cared what he did, but we did, he left a helpless child in the clutches of an alcoholic.” He said angrily.
“Tomas, what was I supposed to do, stand by your father's side while he abused me just because of Moses?”
Not content with the tone of voice he was using, Tomas pointed his gun at her.
“You have no right to be upset!” He shouted.
“Of course I have the right to be upset! I put up with too much being next to that monster because I loved your brother but I had to choose.”
“Oh, so all is forgiven?”
“I called Children's Services to take care of the situation, that they left Moses in Victor's care was not my fault, I couldn't do anything as I was not his biological mother and your father never wanted me to adopt your brother.”
“You are a liar!” Tomas got up from his chair abruptly, throwing what was on the kitchen counter onto the floor.
“Tomas, listen to me...”
“I don't want to hear any more of your lies, turn around.”
“Tomas...”
“Turn the fuck around!”
A few seconds later, Tomas hit her in the back of the head with the same pistol, grabbing the woman in his arms as she fell unconscious. He picked her body up as if she were a rag doll as he placed her on his right shoulder, taking her purse with him on the ride to the entrance of the house because he didn't want to leave the phone behind. Unlocking the door, she opened it for a moment, peeking out to make sure there was no one walking by who could see what was going on, stepping outside when she found the street in complete solitude. In any case, he didn't want to risk taking too long to leave, so he locked the door using the same keys that were inside the bag and ran to the car, opening the trunk. Without a care in the world, he threw the woman inside, closing it tightly to get into the car with his cell phone in hand already making a call.
“I've got her, shall I go to the site?” He asked after they answered.
“Yes.”
“What about Veronica?”
“Stop asking questions! You're so stupid.”
“I already knew I recognized this car!”
The sudden voice next to him made Tomas' heart begin to beat uncontrollably and his hand hurried to cover with a nearby bag of food the pistol he had on the passenger seat. Looking out the window he found an elderly man smiling sympathetically at him, he could see his lips moving but paid no attention to him, all he could think about was his bad luck.
“Excuse me, what are you saying?” He asked, smiling back at him.
“Nothing, nothing! It's not common to see cars parked here so late, that's why I came to ask but I realized it was you, you're Cruz's son, right? The youngest of the three.”
“Yes, I am Cruz's son, but my dad only had two sons.”
Scratching his head, the old man frowned.
“I could have sworn there were three kids.”
“No, we are two. Look, I have to go, it's very late and they're waiting for me at home.”
“Yes, yes, don't pay attention to me, this old man can't even remember what day it is.” He joked.
Laughing out of commitment, Tomas started the car, beginning to leave the street.
“Crazy old man.” He mumbled.
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