2021 Un año para crecer. [Spa/Eng]

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Tengo días queriendo escribir algo sobre el fin de año y el inicio del otro. pero cómo hay que ver que la cabeza cuando no quiere, no quiere. Puedo comenzar diciendo: FEELIZ AÑO NUEVO a todo el que lea esto, y al que no, pues... también. Yo me encuentro algo desubicada porque el cambio de residencia tan cercano a las fechas me des-configuró un poco. Encontrarme no solo con mi mamá y mi hermana, sino con la vida que han hecho en mi ausencia, es complicado. Y no solo encontrarme, sino compartirla con ellas, en principio; porque la mía, la que construí para mi, la deje para venir. Ojo que esto no es un reproche disfrazado, cuando yo decidí venir quizá no lo vi tan cercano, pero a medida que me iba despidiendo de mis amigos me fui dando cuenta que cerraba capítulos que quizá no quería cerrar y que acá tendría que pasar por un proceso de recrear mi confort, y ese proceso definitivamente no sería fácil, ni rápido. Pero, eso si, lo tomaría con amor.

Debo decir que de verdad en estos diez días que llevo viviendo nuevamente con mi mamá y mi hermana he sentido paz. La tranquilidad que la familia regala no se encuentra en ningún otro lugar, aun en el caos, no hay lugar como el hogar, y el hogar es donde esta mamá. No se, tal vez sea un mantra que me aprendí de memoria, quizá era la promesa de estar mejor cada vez que la depresión se hacía presente viviendo en ese cuarto en San Juan de Lurigancho. No sé, de verdad no se.

Extraño mi cuarto, esas cuatro paredes que se convirtieron en el lugar más reconfortable del mundo, donde podía pasar horas y horas, días enteros, semanas sin salir, donde aprendí a vivir sola, a identificar como me gusta ordenar la nevera, a escoger el incienso según mi estado de animo, donde soñaba con escenarios, donde esperaba que sonara el teléfono una madrugada pidiendo una vez mas la ubicación, sin rendir cuentas, sin mentirle a nadie, sin que nadie espere nada de mí. A decir verdad, más que mi cuarto, extraño la libertad de la soledad, esa a la que tanto le temía y que al fin se convirtió en un regalo.

Tuve una suegra, que decía: Gabriela tiene La facilidad de sacar con una pinza lo positivo de todo, así eso parezca un hilito diminuto, así sea de la peor circunstancia, y no es un problema de ceguera selectiva, es que prefiero quedarme con lo bueno, absolutamente. Me pasó este año que acaba de terminar, que de toda la mierda que viví me quedo con lo que he crecido. Es increíble como me detengo a ver lo que era y lo que soy, o mejor dicho, lo que sentía antes y cómo me siento ahora, y he cambiado cosas que jamás imagine capaz de lograr, cosas que sin duda parecen insignificantes, pero que me hacen sentir orgullosa.

Este fue un año de transformación, y espero que el que ahora comienza sea para ver frutos de lo que he sembrado en mi. Una disciplina que aun está bien lejos de lo asiático, pero ya la veo ahí, sonriéndome. La impuntualidad, que siempre ha sido una piedra para mi, poco a poco ha dejado de ser la regla para convertirse en algún evento aislado. El orden, ahí está, saludando eufóricamente y aplaudiendo cada vez que tiendo mi cama. Si, me siento diferente.

Asumo que hasta esto de sentirme medio alienada con mi familia, forma parte de ese crecimiento, es mi espíritu dando alertas de que no estar sola es un retroceso y lo entiendo. Abrazo mis emociones con todo el amor y me permito sentirme como hoy me siento, porque sin duda es el impulso para seguir forjando mi propio camino. Pero ahora si, con el calor de hogar que tanta falta me hacía; y la ilusión de ver crecer a mi pequeña sobrina, cosa que me ponía muy triste porque no lo veía posible.

También me causa ilusión vivir la experiencia de migrar nuevamente. Con todo lo que he vivido, ya no será tan difícil y de la mano de Dios siempre. Obviamente existe el temor de que algo pueda salir mal, pero estoy decidida a dejar olvidadas las frustraciones e inseguridades en mi otra vida; esas no entraron en las maletas. Practicando el desapego lo voy a lograr, y se que no es nada fácil, pero !vamos! Yo lo logro.

El 2021, fue el año de hacer cosas nuevas, nada más en enero, lo primero que hice fue subir a una bicicleta y para quien me conoce, sabrá que no lo había intentado nunca. Cuando era niña mi abuelo me regalo una bici, pero era demasiado grande para mi. Me la trajeron los reyes magos, era una bici hermosa, color verde neón, con una cesta y sus dos rueditas de apoyo. Les juro que lo hubiera intentado, de hecho lo hice con las ruedas, pero un día, el que es mi padrastro, a quien llamo papá, le quito las rueditas para usarla (imaginen el tamaño) y nunca más se las puso, y definitivamente no podría usarla, no sola. Y así, quedo mi bici recogiendo polvo y polvo de años y años guardada, hasta que mi abuelo la regalo. Una verdadera pena. Lo cierto es que cuando me fijé, tenía 30 años y nunca iba a subir a una. Pero de la mano de una amiga, una amiga que se convirtió en mi familia, subí a su bici, y después de un par de regaños y el llanto como de una terapia de choque, arranqué a correr. ¡Que liberador!

En febrero me apunté para un trabajo en un supermercado, tenía que estar en la tienda a las siete de la mañana y para ello, debía levantarme a las cuatro. Y contra todo pronóstico, lo logré. En marzo inicié la gran aventura del año que fue trabajar como emisora oficial en una plataforma de streaming y Dios! ¡cómo me costó adaptarme! pero lo logré, poco a poco fui enamorándome de ella y aunque los resultados no son quizá lo que merezca, sigo ahí, con sus altos y sus bajos, pero principalmente agradecida porque conocí personas maravillosas, desde mis compañeros emisores, hasta mi agente, y un par de amigos que se acercaron a mi live a escucharme cantar. También en marzo sufrí el dolor mas grande que ha sentido mi corazón por la perdida de mi amada abuela, y aún así, me levante de inmediato; porque no hay tiempo para caer. En mayo tuve mi participación el programa de TV La Voz Perú y recogí de esa experiencia las cosas buenas que me dejó, y me hice más fuerte.

Durante el año me demostré a mi misma, que soy una máquina. Que no le tengo miedo al trabajo, que todo lo puedo usar como un recurso, que soy capaz de hacer lo que haya que hacer para lograr un objetivo, y eso me hace sentir muy orgullosa de mi misma. Trabajé en un super; haciendo las compras por otros, en una tienda por departamento de madrugada desempacando las cajas que llegaban con la mercancía nueva; y de día doblándola o seleccionándola o vendiéndola o empacándola, en un hotel como mucama lavando baños y tendiendo camas, en una fabrica como operaria de almacén; con botas de punta de hierro y todo.

Mande al carajo a quien tenía que mandar al carajo, amé a quien quise amar, lloré lo que tenia que llorar, viví lo que tenia que vivir, logré lo que quería y aquí estoy agradeciendo lo que tengo que agradecer. Gracias 2021 por acercarme más a lo que creo que Dios quiere de mi, ser una mujer libre, feliz y próspera.

BIENVENIDO 2022. VEN A MI, QUE TENGO FLOR.



I've been wanting to write something about the end of the year and the beginning of the new one for days, but my head doesn't want to when it doesn't want to, it doesn't want to. I can start by saying: HAPPY NEW YEAR to everyone who reads this, and to those who don't, well... too. I find myself a little out of place because the change of residence so close to the dates dis-configured me a little. Finding myself not only with my mom and my sister, but with the life they have made in my absence, is complicated. And not only to find myself, but to share it with them, in principle; because mine, the one I built for myself, I left it to come. This is not a disguised reproach, when I decided to come maybe I did not see it so close, but as I was saying goodbye to my friends I realized that I was closing chapters that maybe I did not want to close and that here I would have to go through a process of recreating my comfort, and that process would definitely not be easy or fast. But, yes, I would take it with love.

I must say that in these ten days that I have been living again with my mom and my sister I have really felt peace. The tranquility that family gives you can't find anywhere else, even in the chaos, there is no place like home, and home is where mom is. I don't know, maybe it's a mantra I learned by heart, maybe it was the promise to be better every time depression made its presence felt living in that room in San Juan de Lurigancho. I don't know, I really don't know.

I miss my room, those four walls that became the most comfortable place in the world, where I could spend hours and hours, whole days, weeks without going out, where I learned to live alone, to identify how I like to order the fridge, to choose the incense according to my mood, where I dreamed of scenarios, where I waited for the phone to ring one morning asking once again for the location, without being accountable, without lying to anyone, without anyone expecting anything from me. To tell the truth, more than my room, I miss the freedom of solitude, the one I was so afraid of and that finally became a gift.

I had a mother-in-law who used to say: Gabriela has the ability to take the positive out of everything with a pair of tweezers, even if it seems like a tiny thread, even in the worst circumstances, and it is not a problem of selective blindness, it is just that I prefer to keep the good, absolutely. It happened to me this year that just ended, that of all the shit I lived through, I keep what I have grown. It's amazing how I stop to see what I was and what I am, or rather, what I felt before and how I feel now, and I have changed things that I never imagined I could achieve, things that certainly seem insignificant, but that make me feel proud.

This was a year of transformation, and I hope that the one that now begins will be to see the fruits of what I have sown in me. A discipline that is still far from Asian, but I see it there, smiling at me. Unpunctuality, which has always been a rock for me, has gradually ceased to be the rule to become an isolated event. Order, there it is, greeting me euphorically and clapping its hands every time I make my bed. Yes, I feel different.

I assume that even this feeling half alienated from my family is part of that growth, it's my spirit alerting me that not being alone is a setback and I get it. I embrace my emotions with all the love and allow myself to feel the way I feel today, because without a doubt it is the impulse to continue forging my own path. But now, with the warmth of home that I was missing so much; and the illusion of seeing my little niece grow up, something that made me very sad because I did not see it possible.

I am also excited to live the experience of migrating again. With all that I have lived through, it will not be so difficult and it will always be in God's hand. Obviously there is the fear that something could go wrong, but I am determined to leave the frustrations and insecurities in my other life behind; those did not go in the suitcases. By practicing detachment I am going to make it, and I know it is not easy, but come on! I can do it.

The year 2021 was the year of doing new things, just in January, the first thing I did was to get on a bicycle, and for those who know me, they will know that I had never tried it before. When I was a child my grandfather gave me a bike, but it was too big for me. The Three Wise Men brought it to me, it was a beautiful bike, neon green, with a basket and two training wheels. I swear I would have tried, in fact I did it with the wheels, but one day, my stepfather, who I call dad, took off the wheels to use it (imagine the size) and never put them on again, and I definitely could not use it, not alone. And so, my bike was left collecting dust and dust from years and years of storage, until my grandfather gave it away. A real shame. The truth is that when I looked at it, I was 30 years old and I was never going to ride one. But hand in hand with a friend, a friend who became my family, I got on her bike, and after a couple of scoldings and crying as if from shock therapy, I started riding. How liberating!

In February I signed up for a job at a supermarket, I had to be at the store at seven in the morning and to do that, I had to get up at four. And against all odds, I made it. In March I started the great adventure of the year, which was to work as an official broadcaster in a streaming platform and God, how hard it was to adapt, but I made it, little by little I fell in love with it and although the results are perhaps not what I deserve, I'm still there, with its ups and downs, but mainly grateful because I met wonderful people, from my fellow broadcasters, to my agent, and a couple of friends who came to my live to listen to me sing. Also in March I suffered the greatest pain that my heart has ever felt for the loss of my beloved grandmother, and even so, I got up immediately; because there is no time to fall. In May I had my participation in the TV show La Voz Peru and I took from that experience the good things that it left me, and I became stronger.

During the year I proved to myself that I am a machine. That I am not afraid of work, that I can use everything as a resource, that I am capable of doing whatever I have to do to achieve a goal, and that makes me feel very proud of myself. I worked in a supermarket; doing the shopping for others, in a department store at dawn unpacking the boxes that arrived with new merchandise; and during the day folding it or selecting it or selling it or packing it, in a hotel as a maid washing toilets and making beds, in a factory as a warehouse worker; with iron toe boots and all.

I fucked who I had to fuck, I loved who I wanted to love, I cried what I had to cry, I lived what I had to live, I achieved what I wanted and here I am thanking what I have to thank. Thank you 2021 for bringing me closer to what I believe God wants from me, to be a free, happy and prosperous woman.

WELCOME YEAR 2022. COME TO ME, I'M WAITING FOR YOU




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