Canino Acuático

Laura mira con atención al horizonte. Sus ojos verde esmeralda contrastan con el intenso azul que la rodea. Por un lado, el cielo resplandeciente sin nubes, donde un azul celeste destella junto a la claridad del sol, que irradia con toda la potencia del cercano mediodía. Por el otro, el azul del mar se muestra sereno y en calma, extendiéndose hasta donde la vista alcanza, para fundirse en una línea difusa con el celeste del cielo, que parece se desploma y se hunde en el océano. Absorta en sueños e ilusiones fantasiosas, curiosea las diferentes tonalidades y texturas de estos azules abrumadores. Pasado un rato, se percata de su madre, quien se arrima al barandal que las protege de caer al mar. Esta la observa, se sonríe y de inmediato, dirige su vista al vacío horizonte, donde solo se ven cielo y mar.

— Mami, ¿qué es un perro?— pregunta Laura con su mirada perdida en el tenue vaivén de las olas. Su madre la observa con una ligera expresión de sorpresa. Seguidamente, vuelve a mirar al océano y deja escapar un leve suspiro.

— Yo también quisiera saber que es un perro, cariño,— le responde con voz melodiosa,— y quien mejor podía tener una respuesta a eso, sería tu abuela,— continúa con una expresión de tristeza reflejada en su rostro.

— Me gustaría tener un perro, mi abuela me contó que una vez tuvo uno y que fue uno de sus mejores amigos— comenta Laura, sin dejar de observar el horizonte. Su madre, sumergida en pensamientos que aún no puede explicar, solo le contesta:

— Si alguna vez regresamos a tierra firme, quizás podamos tener algún perro, deben de quedar algunos por allí,— con la mirada aun puesta en el lejano horizonte y un sentimiento de esperanza en que algún día aparecerá la tierra que aun o conocen.

— Que distinto sería este mundo si el deshielo no lo hubiese inundado todo,— afirma Laura incorporándose más sobre la baranda. Seguidamente, arroja al mar una pelota que tiene en sus manos y emite un enorme silbido con sus labios apretados, —¡Fiiiuuu! ¡Vamos Firulais, atrápala!— observando con atención a donde ha caído la pelota. Pasados unos pocos instantes, la calma del agua se ve interrumpida por una ligera onda y súbitamente, emerge un gran delfín que, empuja la pelota con su puntiaguda boca, la lleva ágilmente sobre la superficie del agua, dando varias vueltas y saltos para, en una rápida zambullida más cerca de donde se encuentra Laura, emerger y elevarse llevando la pelota en sus fauces, la cual arroja con un fuerte y bien sincronizado movimiento de su reluciente cuerpo. Esta cae directamente en las manos de Laura, quien sonriente y feliz, mira al enorme delfín que se agita con gracia, moviendo sus aletas para mantenerse en posición erguida sobre el agua.

— ¡Eres un buen chico!— le expresa Laura con mucha emoción y aun con el intenso deseo de tener un perro.