El último adiós a un titán de la música. "El concertino eterno". Mi maestro, mi amigo…

Esta es mi experiencia con una leyenda, un cómplice, un colega y un guía músico/espiritual que conocí por casualidad y que la vida lo volvieron más que uno de mis maestros, un amigo sin igual.

Maestro algo alocado que conocí gracias a la tribulación más fuerte que ha vivido nuestra generación, un evento que paralizo al mundo, un pequeño ser llamado COVID-19.

Un grande de la música en Venezuela, un maestro sin igual, un excéntrico ciudadano que adoraba la música sobre todas las cosas, pero más aún su pasión fueron las cosas simples de la vida, el viajar, conocer nuevos lugares, poder entablar una buena conversación y su roll de vida a lo cual le dedico toda su existencia y más aún en sus últimos años de vida, el enseñar todo lo que sabía.

Su nombre, aun en su forma más simple no puede dejar de estar acompañado por la palabra “maestro”, un titán en la música, un concertino sin igual.

Su nombre: Jesús Hernández

Toca aquí para ver el link de Wikipedia del Maestro Jesús Hernández

Un hombre singular que nos dejó hace no más de dos meses, y que hoy es el natalicio de su nacimiento en los años 60. Cómo comenzar a narrar algo de la vida de este ejemplar músico que no debemos dejar de recordar que era también un ser humano, con sus virtudes y defectos como todos nosotros.

Nacido en Maracay, estado Aragua un 4 de enero del año 1961 fue uno de los jóvenes que oyó el llamado del ilustre maestro José Antonio Abreu de formarse como músicos y labrar al país con orquestas, coros, instrumentos y con mejores seres humanos. Quien diría que este joven flacucho, de voz algo ronca y un humor que era tan alegre como su sonrisa tendría un futuro prometedor desde sus primeras lecciones como violinista en su ciudad natal donde se labraría un nombre por su alto desempeño musical y su ardua sed de conocimientos que iban de la mano con un natural don para ejecutar un instrumento nada fácil de dominar si no hay un entrenamiento riguroso y constante como lo es el violín.

Su constante trabajo daría frutos en pocos años cuando comenzó a recibir clases de dirección orquestal a la par de su intenso trabajo diario con el violín, y en su ciudad natal ya el ayudaba en la formación de nuevos talentos, de mejores personas. Y de pronto, llego el momento que tanto anhelaba, su momento de brillar, y no lo pensó dos veces y se atrevió.

¿Pero que hizo que este hombre se destacara entre todos los demás músicos y grandes maestros? Gano el puesto de concertino de la Sinfónica Simón Bolívar, un puesto que conservo por más de 30 años donde pudo regodearse de los más grandes, los solistas top, los músicos más importantes que visitaban nuestro país e internacionalmente dejo en alto su nombre y su nación gracias a su alto nivel musical, su pasión desmedida y la magia que su temple lograba al pararse en un escenario.

Un hombre de mundo que logro estar en los mejores escenarios a nivel mundial y tocar para las personalidades más características de su época tanto en Venezuela como fuera de sus fronteras.

Tantas historias podría narrarles aquí sobre este curiosos personaje, pero eso sería una serie de post que abarcarían líneas interminables gracias a todas las anécdotas e historias que podrían compartir sus familiares, amigos y alumnos.

Hoy quiero contarles de cómo lo conocí hasta el día que lo vi por última vez y sus últimas palabras en vida para mí, porque en el mundo onírico se despidió también, pero esa sería una conversación para solo mis allegados y aquellos quienes lo conocimos.

El Covid-19 llego en un momento donde nadie –ni nada- estábamos preparados para enfrentar la incertidumbre, el miedo, el caos y la pena que traería al mundo. Días donde las noticia llenaban nuestro día a día, el temor e apoderaba de muchos y como no esperar que esa enfermedad llegara a costas venezolanas. Un pueblo que sufre hace décadas de otra plaga igual de caótica, pero es una conversación para otro momento.

Un día compartiendo videos, música y anécdotas un gran amigo que logro irse a su casa en el oriente del país me hablo de un maestro que lo escucho y le dio una increíble clase de 7 horas seguidas de música, anécdotas y chistes. Cuando me dijo el nombre, yo quede atónito, ya que por un momento recordé todas las veces que ese nombre había estado presente en muchas conversaciones violinisticas a lo largo de mis años de estudio, pero yo nunca lo pude conocer, gracias a que él se había movido al otro lado del país buscando otros horizontes, nuevas tierras y “aventuras” como él lo llamo a este proceso.

Mi amigo Humberto estaba en su casa en oriente para estar con su familia y me dice un día, luego de charlar un rato que le podría mandar un video mío a este maestro y mi reacción fue: “Tu eres loco? Me va a matar si me escucha tocando jaajaj”

Nada más lejos de la realidad, porque dos días después este maestro me llamo y sus primeras palabras serian “Hijo querido, cómo estás?...” Y yo con voz atemorizada comencé a hablar con esta leyenda y fantasma del pasado.

¿Qué impresión le daría yo para que este maestro me ayudara de tan buena gana sin conocerme? Pues mi preocupación mayor fue: ¿Cómo hago para pagarle a este maestro por sus clases ya que todos mis ingresos se habían mermado por la pandemia? Pues la respuesta de él fue... “No te preocupes, algo encontraremos” y de pronto me vino a la mente todos los cursos y demás conocimientos en redes sociales que había hecho hasta el momento.

Esa sería mi forma de pago: Llevarle sus cuentas de redes sociales. Y que encantado el estaría que inmediatamente comenzamos a trabajar full con ello.

Así pasamos la cuarentena, compartiendo anécdotas, conocimientos y el corrigiendo mis deficiencias musicales y mejorando notablemente en poco tiempo. Qué labor tan notable fue para mí que a través de él yo lograra conocer a tantos y tan grandes músicos que yo siempre he admirado en el tiempo que lleva mi formación musical. Un verdadero honor.

Hasta el día que por obra y gracias de nuestro constante y notable trabajo el maestro se decidió a devolverse a Caracas, una decisión precipitada y arrebatada, pero que fue para mejor, como decimos en Venezuela.

Que logro tan grande fue el hacerlo, ya que logre conocer en persona a un héroe, un maestro que me enseñaría tanto en tan poco, sin dudas un grande que me llevo de la mano -metafóricamente- a ampliar mis habilidades y conocimientos musicales y culturales, pero aún más allá, volverme mejor persona en tan poco tiempo.

Tanta música que hicimos, tantos alumnos nuevo que estaban habidos y hambrientos de conocimientos y que logramos atender en tan poco tiempo gracias a la ayuda constante de la @sinfonicaayacucho quien cedió sus espacios para tales fines académicos.

Un gran proyecto no tardaría en formarse nuevamente, unas cuatro estaciones de Antonio Vivaldi que el maestro preparo junto a la orquesta, donde cada solista seria preparado, escuchado y corregido para que lograran mostrar su más alto nivel musical. Todo junto a mí, registrando su trabajo, planeando y construyendo su academia que crecía más cada día…

Tantos proyectos, tanta energía, tanta música y tanto amor que el maestro nos dio. Que honor poder llamarme alumno de este gran músico. Pero como en toda gran historia, muchas veces tiene un final triste en el momento menos esperado. Y así fue amigos, el maestro se nos fue hace tan poco que aún parece mentira. Y hoy, justo hoy estaría entrando definitivamente en su sexta década en esta tierra.

El maestro Jesús Hernández fue más que un músico y un concertino. Fue un hombre hecho y derecho. Con sus fallas y virtudes, pero con un corazón que no le cabía en el pecho. Supo darnos su amor a todos.

Lamento que está pandemia llegará con todas sus tribulaciones, pero eso, eso queridos amigos fue lo que me permitió conocer a nuestro maestro. Hablar con él, aquel legendario genio del que me habían hablado tanto.

Aún recuerdo ese primer "hijo querido" que me dijo por teléfono. Aún recuerdo mi miedo al hablar con quién yo creí un fantasma de tiempos de gloria. Un hombre de mundo que vivió todo lo que pudo, fue, hizo y deshizo a su antojo. Vivió todo y con más pasión que muchos que conozco. Aun así, nunca dejó de disfrutar los pequeños placeres de la vida.

Un hombre que un día me dijo que lo que más disfrutaba de una noche de rumba era que llegara el amanecer - y estar sobrio- para poder ver cómo llegaba un nuevo día y ver esos colores que nunca se repetirían.

Ese espíritu alegre que me sorprendió con su ingenio, su sagacidad y su entrega total. Una pasión desmedida por enseñar, por dar todo a todos y nunca despreciar a nadie. Un guía increíble que me supo enseñar más allá de solo música. Llegamos a hablar de tantas cosas de metafísica, de la vida, de la energía y lo corta que era la vida para tanto que hacer.

El maestro que me enseñó a respirar y no preocuparme sino a ocuparme.

Un amigo que el destino me trajo. Un amigo que no buscaba, pero que ahora lloro su perdida. El amigo que me hace tanta falta, pero que sé que él se despidió a su manera y algún día les contare de ello, porque así fue y mi corazón lo sabe.

Aquel ser de luz que estuvo mucho tiempo en la oscuridad, pero que solo necesito un empujoncito para darnos tanto en tan poco tiempo.

¿Cómo no reconocer a quien me hizo reír en tantos momentos donde mi corazón estaba tribulado? ¿Cómo no agradecer a quien me ayudó como pocos dándome todo lo que él tenía?

¿Cómo no agradecer ese amor que sentía al verlo tocar cada nota, cada cuerda, cada concierto y cada pieza?

Fue un honor de vida el poder compartir con este titán. Un maestro, un guía, un ser de luz y un hombre hecho y derecho...

¡Pero por siempre, mi amigo!

Viviste a tú manera querido amigo. Espero seguir aprendiendo de ti día a día. Te quiero mucho maestro Jesús, un abrazo hasta la eternidad. Nos volveremos a ver...

"Hoy el radio se apagó, pero aun suena..."