(esp)

Tras la tormenta

Tras la tormenta, Richard se aventuró a pasear por la carretera. El pavimento conservaba aún la humedad, con diminutos charcos que reflejaban los árboles a los lados; en el centro, se destacaban prominentes huellas de neumáticos. Cubierto con un impermeable y botas de goma, caminaba con precaución para evitar resbalones, consciente de que la campiña había sido agraciada con la bendición de abundante agua después de meses de persistente sequía.

A medida que avanzaba, Richard respiraba el aire fresco impregnado de la fragancia terrosa que emanaba de la tierra mojada. Los colores del paisaje parecían intensificarse, revelando tonalidades más vivas y saturadas bajo la luz que se filtraba entre las nubes disipadas. El canto alegre de los pájaros llenaba el aire, como si la naturaleza misma estuviera celebrando la llegada tan ansiada de la lluvia.

Al llegar a un pequeño riachuelo que cruzaba la carretera, Richard se detuvo para contemplar el renacer de la vida en sus márgenes. Los brotes verdes asomaban tímidamente entre la tierra húmeda, y las flores recién regadas desplegaban sus pétalos con gracia. La fauna local también parecía revitalizada, con mariposas danzando entre las flores y pequeños animales explorando con curiosidad los alrededores. La renovada vitalidad de la naturaleza resonaba en cada rincón, recordándole a Richard la fragilidad y la belleza efímera de la vida.