Meditation - Meditación

Reacciono entre las palmadas que Marcos le propinaba en el rostro. Trastabillando se incorporó y se alejó de su amigo. Trató de calmar su respiración sin mucho éxito mientras echaba furibundas miradas a Marcos. –¿Qué demonios ha sido eso? –preguntó por fin. En su mente sólo tenía deseos de darle su buen merecido a Marcos. –No lo sé, Eric, tu dime. Solo era una meditación– contestó el aludido visiblemente preocupado por el estado de su amigo. –¿Solo una meditación? ¿Quieres decir que lo que acaba de pasar fue sólo una meditación? Al diablo con tus meditaciones – Con estas palabras se dirigió a las gavetas del escritorio que había en un rincón y extrajo un paquete de cigarrillos. Aún con paso inseguro se dispuso a dejar la estancia. Sabía que de seguir allí haría una papilla de Marcos. Poco después estaba en el exterior. Se asomó al muro y observó la aparente quietud de la ciudad. Siempre consideró afortunado que la oficina de Asuntos Sociales estuviese en el último piso y que dispusiera de aquella terraza al aire libre, el observar la metrópoli desde esa altura ayudaba a calmar sus nervios. No le cabía en la cabeza como se había dejado engatusar con toda esa parafernalia sobre viajes espirituales, relajación y por supuesto, meditaciones que pregonaba Marcos. Pero había accedido, claro que su amigo y compañero de trabajo llevaba un buen tiempo insistiendo en ello, aunque él nunca se sintió atraído por esas falacias. Consideraba que la vida era una sola, la de carne y hueso y allí residía la verdadera realidad: trabajar como un animal para mantenerse vivo. La puerta se abrió de golpe y Marcos apareció en ella. –Tienes que decirme que ocurrió. Debo suponer que realmente estabas siguiendo mi voz y eso significa que… La mano con el gesto negativo que levantó de Eric le impidió continuar. –Bien, te dejaré sólo. Con estas palabras Marcos volvió sobre sus pasos. Eric, sacó un cigarro del paquete y lo encendió con manos temblorosas. Le dio una inhalada y continuó contemplando el horizonte.

Por supuesto que había seguido la voz de Marcos, no podía negarlo y se había sentido en ese lugar floreado y agitado por una suave brisa, al tanto que podía interactuar con todo aquello. Tocar las flores, las hojas y espantar las vistosas mariposas había sido parte de su “viaje” y de algún modo pudo sentir lo que le rodeaba. Pero de pronto se había colado esa otra voz sobre las palabras de Marcos. Si, su amigo había descrito el sendero de la derecha y le había instado a continuar por la senda principal, pero omitió el pasadizo que se abría hacia la izquierda. En esa dirección el paisaje ya no era tan luminoso y matices oscuros se vislumbraban a lo lejos, pero esa… pero esa otra voz se había oído con total claridad en su conciencia, “Por aquí, Eric”. ¿De dónde provenía? Era imposible saberlo, al igual que le era imposible explicar como él estaba en ese lugar. Pero la curiosidad superó a su prudente juicio así que se desvió por el lóbrego camino. A los pocos pasos la voz de Marco dejó de oírse y su viaje quedó a merced de aquella nueva voz. No podía decir que se tratara de una voz masculina o femenina… aunque quizás podría concluir con que tendía más a lo femenino. Poco después el día se había convertido en penumbras y se encontró con que el camino se adentraba a través de una enorme caverna Había sentido miedo, claro que sí, aquello era la típica escena de pesadilla, pero era difícil resistirse a la insistencia de esa voz. Y ahora ese susurro le instaba a atravesar la cueva. De manera que había proseguido su camino. Luego de varios pasos en medio de una oscuridad que sólo le permitía ver a unos pocos metros se encontró con lo que le pareció el centro de la caverna. Desde donde estaba se vislumbraba como una estancia enorme. La voz parecía haber enmudecido, pero comprendía que aquel era el lugar al que deseaba que fuese con tanta insistencia. Con pasos desconfiados avanzó los últimos metros que le separaban de la gran sala, pero algo le había hecho detenerse, una especie de energía parecía proteger la entrada en la que desembocaba el sendero, era fácil ver al interior, pero ello tenía lugar a través de la transparencia de aquella energía. Temeroso de lo que pudiese ocurrir acercó su mano y para su asombro aquella cosa se replegó dejando la entrada al descubierto. En ese entonces el miedo a lo desconocido hacía presa de él y estaba seguro que de haber estado “en la vida normal” habría dado media vuelta y echado a correr, pero una inesperada valentía se imponía en este otro mundo. Un instante después trasponía la entrada para encontrarse en esa sala, las paredes talladas en la roca emitían reflejos que mantenían el recinto iluminado, el centro estaba ocupado por una enorme roca perfectamente redondeada y tallada con aberturas en forma de puertas, lo realmente atemorizante era la burbujeante nube negra que cubría el techo, eso sí había alguno, claro. No pasó mucho tiempo explorando aquello cuando una persona ataviada en un largo vestido escarlata, vino corriendo hacia él procedente de una de las puertas de la roca central. La prisa de aquel ser apenas le dio tiempo de percatarse de que se trataba de una joven –Has venido por mí al fin– dijo al llegar junto a él, acto seguido ella pasó una mano por el hombro de él y recorrió todo su brazo hasta su mano y él vio como su propio cuerpo desprendía algún tipo de sustancia que parecía evaporarse –Tu energía ha abierto el portal. Vamos, debemos salir de aquí porque él…– En ese instante la nube negra se estremeció sobre sus cabezas y una enorme garra emergió de ella posándose en el suelo estremeciendo toda la estancia. –Sal de aquí– fue lo que alcanzó a decirle a la joven empujándola hacia el portal por el que él había entrado hacía pocos minutos. No tuvo tiempo de ver como ella dejaba el recinto pues un enorme rostro surgido de las más enfermizas pesadillas que pueden doblegar la cordura de los mortales surgió de la nube y se instaló junto a él escrutándole, podría decir que era la cara de un buitre, pero también se vislumbraba como el temible rostro de la maldad. Un ojo de la criatura estaba desprendido y colgaba a un lado de su rostro y el otro no era más que chispa centelleante, su ciclópeo pico estaba salpicado por múltiples fracturas en las que se veían pulular enormes gusanos. De pronto aquella cosa soltó un estremecedor ronquido y otra garra vino a hacerle compañía a la primera. Lo último que contempló fue como aquel gran pico se abría y emitía un estruendoso graznido antes de ir a por él. Y había sido allí cuando se había “despertado” encontrándose con Marcos que intentaba hacerle reaccionar.

Dio otra bocanada a su cigarrillo que ya había acumulado una larga columna de cenizas. Todo aquello sonaba a locura enfermiza. La puerta se abrió nuevamente y su compañero de trabajo volvió a hacer acto de presencia. Eric dio otra bocanada a su cigarro sin dejar de mirar la ciudad. Echó una ojeada a Marcos que avanzaba por la terraza hasta apostarse junto a él mirando el horizonte. –Creo que no hay tanta bruma hoy. Eric, fijó su atención en el humo que manaba de su cigarro. Conocía a Marcos Lewis desde un traslado de personal que habían hecho a su departamento cinco años antes. Y, por qué negarlo, había sido un gran amigo, de los pocos que se podían conseguir en la vida. Le había alentado cuando Bárbara, su esposa le abandonó llevándose al pequeño Timi con ella ¡Perra descarada! Esa había sido, e incluso, seguía siendo la etapa más tormentosa de su vida. ¿Lo había superado? Claro que no. La señora Miller era lo que más había amado y su pequeño hijo... Pero su gran amigo había estado con él durante toda su penuria.

–Sí, logré seguir perfectamente tu voz– dijo de pronto.
Marcos tardó un poco en asimilar sus palabras.
–Por supuesto– estalló de improviso–la única forma de que hayas podido sumergirte en la meditación es que hubieses logrado seguirme. Pero...
–Al comienzo todo iba bien.
En los siguientes minutos, Eric contó toda su experiencia.
–Oh, ¡Rayos! No imaginé que algo así pudiese ocurrir– reflexionó Lewis después de haberle escuchado. –Y dices que una voz interfirió con mis indicaciones?
Eric arrojó la colilla y la aplastó con el pie.
En ese momento la puerta volvió a abrirse. Magda, la secretaria se asomó en el quicio.
–Señor Miller, la funcionaria de Inmuebles y Propiedades está aquí– anunció
–Oh, maldición– esgrimió Eric– la vieja está dispuesta a darme la lata.
–Gajes del oficio– coligió Marco –En fin, supongo que el trabajo nos llama. Creo que voy a terminar esos informes, ya hablaremos de esto– dijo mientras se marchaba.
–Hazle esperar en mi despacho– ordenó Eric a la secretaria que aún aguardaba en la puerta. Permaneció un rato más contemplando la ciudad.
Una vida nueva. Era lo que había propuesto Lewis luego de que Bárbara le abandonara de lo que hacía poco menos de un año. Debía tener una vida nueva. Pero una vida nueva aun añorando a su esposa y a Timi y con funcionarios de impuesto dándole la lata no era lo que se llamaría una nueva vida.
Se alejó del mirador y se encaminó a la puerta preguntándose porque una oficina pública debía molestarse en entregar cuentas de impuestos a otra oficina pública. Pasó por el salón arreglándose el cuello y las mangas de la camisa mientras devolvía la caja de cigarrillos a su sitio en el escritorio. Lewis ocupaba una computadora apostado en un rincón y le hizo un sarcástico gesto de buena suerte.
Al llegar a su despacho no se preocupó mucho en mirar a "la vieja" de Propiedades que aguardaba en el desván. En lugar de eso fue directo a correr las persianas del ventanal.
–Supongo que algo de claridad no estaría nada mal– dijo
Su visitante continuaba en silencio.
–Y creo que un poco de café podría amenizar mejor nuestra conversa– anunció recordando que no había hecho nada en relación a las actas impositivas que la funcionaria le había requerido en la última reunión. Si, necesitaría más que café para ablandar su genio.
Preparó dos tazas de café y se dispuso a enfrentar a su visitante. Pero su intención quedó congelada y sus pasos se paralizaron abruptamente. La persona que aguardaba en el diván no era la funcionaria de Propiedades, se trataba de alguien que había visto esa misma mañana. Sus manos y todo su cuerpo comenzaron a temblar y a punto estuvo de derramar el café. Haciendo acopio de todo su valor devolvió las tazas de café a su escritorio.
–¿Nos conocemos? dijo sin volver la mirada con un delgado y quejumbroso hilo de voz.
Al no obtener respuesta se volvió trabajosamente para mirar a la mujer. No había ninguna duda, era la misma chica que había encontrado en aquella lúgubre caverna.
Ella le miró por unos segundos antes de bajar la mirada y asentir con un ligero movimiento de cabeza, su rostro dibujó una fugaz sonrisa.

Marcos estaba arrobado con el trabajo que hacía ante el computador cuando Eric irrumpió intempestivamente en la estancia. –Es ella ¡Maldición! Es ella. Ahora su deseo de aniquilar a Marcos era mayor. –Será mejor que me digas que demonios está pasando porque todo esto ha sido tu culpa. ¿De... de que estás hablando? – inquirió Marcos que no lograba entender lo que sucedía. –La vieja de Propiedades no es la vieja de Propiedades, es la chica que conseguí en la caverna, en ese desvío, y en esa meditación en la que tuviste la genial idea de envolverme. En ese momento Magda llegó a la estancia. –Lo siento señor Miller, ha sido mi culpa, alguien vino a buscar a la señora de Inmuebles y esta se retiró a las carreras. En su lugar invité a pasar a esa mujer quien me dijo que ya usted y ella se conocían y que les urgía tratar ciertos asuntos. Iba a decírselo, pero el teléfono comenzó a sonar y… Harto de explicaciones, Miller se dirigió a paso rápido al escritorio, sacó nuevamente el paquete de cigarrillos y se encaminó a la terraza. Se apostó una vez más contra la pared a sabiendas de que en esta oportunidad la vista no le tranquilizaría en lo absoluto. Sacó con manos temblorosas un cigarro del paquete y tomó una cerilla. Sólo después de varios intentos logró encenderlo. Lo que estaba ocurriendo escapaba a cualquier lógica ¿Cómo podía explicarse que alguien de un sueño (que era lo que ahora le parecía la meditación) estuviese en su despacho y que manifestara conocerle? y estaba seguro que de preguntárselo ella ineludiblemente mencionaría los sucesos de la meditación. –¡Demonios! ¡Demonios! ¡Demonios! Nunca debió dejarse persuadir por Marcos. Dio otra bocanada al cigarro que temblaba incontroladamente entre sus dedos. Se imaginó que de un momento a otro una monumental garra aterrizaría sobre la terraza y que el horroroso pico de aquel infernal pajarraco vendría a terminar su trabajo. En ese momento le sobresaltó la violencia con la que la puerta se abrió y como Marcos se precipitaba hacia él.

–Ella es un Omega, Eric. Miller le echó una mirada de soslayo. –¿De qué demonios estás hablando? – inquirió haciendo esfuerzos por contener la furia que ahora comenzaba a superar su confusión. –Escúchame, Eric. Existen personas con una vida completamente activa en el mundo espiritual, de hecho, a diferencia de nosotros, su vida espiritual es la principal, actúan como humanos únicamente para obtener lo necesario para mantener vivo su cuerpo y no necesitan de meditaciones ni otros mecanismos para pasar de uno a otro plano. Eric trató de centrarse en las ascuas en las que se consumía su cigarro. Las palabras de su amigo seguían sin tener sentido.

–Y de acuerdo al poder que tienen en el mundo espiritual van siendo absorbidos por ciertos clanes.

Lewis quedó pensativo por unos instantes.

–Pero los Omega son un clan muy poco común. No es mucho lo que se dice de sus miembros. No se sabe de nadie que se haya tropezado con ellos en una meditación. Sólo he leído que conforman uno de los clanes más poderosos del universo. Además de que ellos...
Marcos se quedó mirándole inquisitivamente.
–... ellos sólo se relacionan con otros Omega, Eric.
-Oh, Marcos, no quiero seguir escuchando patrañas. Solo quiero saber porque alguien que vi en un sueño o, como lo llames, está en mi despacho.
–No lo sé. No puedo saberlo todo. Supongo que estando prisionera no podía volver al mundo físico, o al menos no plenamente, pero al ser liberada… El dar contigo ya es otra parte de la historia. Y de acuerdo a lo que ella me acaba de decir tendrás que velar por su integridad.
–¿Que rayos estás diciendo? – inquirió Eric yéndosele encima.
Afortunadamente, Marco fue más rápido y logró zafarse ágilmente de la amenaza.

–Solo mientras recupera su poder. – contestó ya a distancia segura de Miller – La criatura que vistes se llama Áscarot y es uno de los siete señores de Reha. He leído algo de ellos, se supone que han acumulado su poderío de las energías negativas liberadas en ambos mundos y merodean en los límites de ciertos planos espirituales. Ella quedó aprisionada en sus dominios y su poder no fue suficiente para liberarse y fue debilitándose poco a poco hasta que tú.. yo…
Miller seguía sin encontrar el mínimo sentido a todo aquello.
–Tendrás que hablar con ella– continuó Lewis mientras se alejaba –por cierto, su nombre es Laura y, como habrás podido comprobar, es una auténtica preciosura.
Eric le vio marchar tratando de digerir todo lo que le había dicho. Se volvió nuevamente a la contemplación de la ciudad. El autobús de la ruta 25 esperaba su turno junto a otro conglomerado de coches para trasponer la congestionada avenida Lion, al mismo tiempo un montón de peatones cruzaba el rallado en una u otra dirección.
Dio unos golpecitos al paquete y sacó un nuevo cigarro mientras pensaba en la forma en la que habría de abordar a la mujer que aguardaba en su despacho. Preparó la lumbre y logró encender el cigarro al primer intento, aunque el temblor causado por las emociones del día no había desaparecido del todo. Acercó el cigarro a sus labios, pero desistió del intento. Se centró una vez más en el congestionado semáforo y trató de poner su mente en blanco. No tuvo éxito. Volvió a intentar darle un sorbo a su cigarro, pero se lo pensó mejor y lo arrojó al piso mientras se encaminaba hacia la puerta. Mucho tiempo después comprendería que ese había sido el último cigarro que encendería en su mortal existencia y que a partir de esa mañana se había iniciado para él una nueva vida.

.