En una ocasión, a un conferencista quien recién terminaba de hacer una muy espléndida disertación acerca del perdón se le acercó una señora refutando, en cierta forma, lo que le había escuchado decir relacionado a perdonar y a la tranquilidad que esto proporciona. Ella le decía que perdonar no era fácil, porque había personas que herían de tal forma que el perdón no era algo en lo que siquiera se podía pensar, "ni que uno fuera de hierro", eran sus palabras, además hay situaciones de los que uno saca poco o nada de provecho o algo prositivo. El hombre la escucho e inmediatamente pensó, que había personas que ni siquiera leyendo los mejores libros, las mil y un frases de motivación o asistiera a las quienientas charlas de crecimiento personal, cambiarían y una de ellas estaba parada frente a él.

El perdón no es algo fácil como bien dijo la señora, pero cuánto beneficio nos proporciona! Quien no es capaz de perdonar, quien vive en un eterno reconcomio por lo que le hicieron o dejaron de hacerle, se encuentra inmerso en una inagotable amargura y un eterno estrés porque vive resentido y esto altera todo el organismo de una manera increible. Aunque parezca ilógico, la inmediatez del perdón de nuestra parte siempre será proporcional al tamaño del dolor que nos han causado.

El dolor que causa una herida con pus es indescriptible y se vuelve aún más grande, más punzante y más fuerte cuando tratamos de sacarlo, pero cuando logramos hacerlo, después que atravezamos ese gran dolor y esa herida queda limpia, a pesar de que la zona queda un poco maltratada por unos dias, el gran dolor ya no está y muy rápido comenzará a salir la costra que poco a poco le dará paso a la piel nueva y pronto sanará.

El proceso del perdón es parecido, mientras tengamos los recuerdos, el dolor y la tristeza que a la vez éste produce en nosotros se va haciendo más honda la herida y mientras más nos obliguemos a no perdonar iremos acumulando amargura. El perdón es esa mano que viene a curar, a sacar de nosotros esas raíz de amargura que en ocasiones esta tan arraigada que en la medida que va saliendo, causa más dolor , pero al hacerlo, al perdonar de manera que podamos decirlo con nuestros labios sin que eso nos cause frustración, nos sentiremos ligeros, sin presión, libres, tranquilos.

Aunque nos cueste entender, es bueno que sepamos que hay cargas que solo se sueltan con el perdón y que necesitamos darnos una oportunidad y abrirnos a esa posibilidad. No podemos obligar a nuestro cuerpo a cargar con un peso de esa magnitud por mucho tiempo. No podemos negarnos la posibilidad de ser felices y de tomar el control de nuestras emociones y pensamientos. Porque en la misma medida que tengamos ese sentimiento con nosotros, haremos de la persona con quien estamos disgustados o resentidos, nuestra dueña y pasará a gobernar nuestro ser, tendrá el poder de hacer que nuestro ánimo cambie cada vez que venga a nuestra mente o cuando por casualidad, nos la topemos en la calle y `por ende nos convertiremos en los seres más infelices de la tierra.