[ESP | ENG] FORENSE | DITO FERRER
—¿Cuánto tiempo tardará, doc? —preguntó el policía intentando prender un cigarrillo.
—Alrededor de una hora, esto no es algo que se pueda apresurar... Y apague eso, esto es un sitio sagrado.
Se obligó a obedecer, no sin antes chasquear los dientes.
Nunca le había agradado ese lugar. Como agente de policía, los años de trabajo lo habían acostumbrado a la presencia de la muerte. Especialmente durante los últimos tres meses, en los que un maníaco se había encargado de aportar un nuevo cuerpo cada semana.
Pero aquello era diferente, convivir con cuerpos congelados durante jornadas de doce horas cinco veces por semana, tener que verlos desnudos, husmear dentro de ellos... La morgue siempre le había parecido el peor empleo y los médicos forenses unos científicos raritos, al mejor estilo de una película de Frankenstein. Pero este forense era el peor de todos.
Podía haber simplemente salido a fumar afuera pero la manera con la que el doctor trabajaba lo sedujo.
Lo hacía con pausa, elegancia y extrema delicadeza, moviendo sus dedos hábilmente.
Roció el cuerpo de la joven con un líquido antiséptico de olor penetrante que manaba de una manguera conectada a la plataforma. En aquellos sitios donde la sangre había formado costras, reguló la intensidad del flujo y masajeó con suavidad y tesón, hasta hacerlas desaparecer.
Lo vio recorrer su anatomía palmo a palmo, utilizando diferentes herramientas para acceder a cada cavidad, a cada orificio: las axilas, el interior de las orejas, las fosas nasales, el sexo, debajo de las uñas. Ejecutaba la rutina con la devoción de un artista ante su Magnus Opus.
Con una solución jabonosa limpió su cabello, un bonito pelo rizado de tonalidades azulosas, como estilaba la juventud de la época. El forense masajeó su cuero cabelludo, deslizó sus dedos enguantados por detrás de las orejas pasando por el cuello y hasta donde empezaban los senos. Poco a poco la chica iba develándose ante él y permitía que la conocieran, superando las barreras de la timidez y de la muerte.
El policía carraspeó incómodo, indeciso acerca de si se sentía avergonzado o excitado, probablemente ambos. Tanta dedicación y esmero dedicado a una muerta, a una persona que ya no estaba ahí.
—¿Por fin, doc, causa de la muerte? —. Se obligó a que su voz pareciera metódica y profesional.
—Muerte por golpe con objeto contundente, aquí en la parte trasera de la cabeza. —El forense palpó un punto por encima de la nuca y continuó—: Intentaron asfixiarla pero no con resultado mortal, el resto de las heridas ocurrieron después de fallecida. ¿No le parece hermosa?
—¿Quién?... Bueno..., está muerta —respondió el policía.
—Tuve una hija hace mucho tiempo, murió teniendo más o menos la edad de esta joven. De esa manera mueren hermosas, antes que la vida degrade su belleza. Durante los últimos tres meses he tenido la posibilidad de atender a una cada semana, es una rara oportunidad.
—Pues se va a quedar con las ganas doctor —le espetó el policía—, ayer en la noche cogimos al bastardo, ya le pasamos la mano y confesó hasta la última de sus fechorías. No habrá más chicas muertas.
—Qué lástima. —El forense se movió hacia la mesa contigua, dándole la espalda.
—¿Dijo algo, doc...? Bueno, solo necesitaba corroborar lo que ya me imaginaba. Por el modus operandi esta también la mató él. La última. Espero que el fiscal consiga deportarlo a su estado, allí le van a dar "la silla." No lo molesto más, veo que aún tiene que seguir con su "rutina"
El forense permaneció de espalda, organizando sus herramientas. El policía dio el asunto por concluido y se dirigió a la salida. Antes de atravesar la puerta, se volteó y vio algo que lo inquietó. El doctor miraba muy fijo al cadáver de la joven, bisturí en mano, mientras se balanceaba sobre los talones y se humedecía los labios con la lengua.
"Demasiados cabrones raritos hay en esta vida, cada quien está en donde merece," se descubrió pensando.
A la semana siguiente fue convocado a investigar otro asesinato. Un crimen espantoso. El agresor se había tomado su tiempo organizando los elementos de la escena del crimen, incluso tendiendo la cama. Sobre ella yacía una joven, meticulosamente colocada, limpia y con el cabello recién lavado.
Un fuerte olor a antiséptico dominaba la habitación.
ENGLISH
The bloodied corpse of the girl lay on the metal platform.
"How long will it take, doc?" asked the policeman trying to light a cigarette.
“About an hour, this is not something that can be rushed… And turn that off, this is a sacred site.
He forced himself to obey, but not before clicking his teeth.
He had never liked that place. As a police officer, years of work had accustomed him to the presence of death. Especially during the last three months, when a maniac had taken it upon himself to supply a new body every week.
But this was different, living with frozen bodies for twelve-hour days five times a week, having to see them naked, snooping inside them... The morgue had always seemed like the worst job and forensic doctors weird scientists, at best. Frankenstein movie style. But this doctor was the worst of all.
He could have just gone outside for a smoke but the way the doctor worked seduced him.
He did it with pause, elegance, and extreme delicacy, moving his fingers deftly.
He sprayed the girl's body with a pungent-smelling antiseptic liquid that flowed from a hose connected to the platform. In those places where the blood had formed crusts, he regulated the intensity of the flow and massaged gently and tenaciously, until they disappeared.
He watched him go through his anatomy inch by inch, using different tools to access each cavity, each orifice: the armpits, the inside of the ears, the nostrils, the sex, under the fingernails. He performed the routine with an artist's devotion to his Magnus Opus.
With a soapy solution, he cleaned his hair, a beautiful curly hair with bluish tones, as was styled by the youth of the time. The coroner massaged her scalp, slid his gloved fingers behind her ears, down her neck, and down to where her breasts were. Little by little the girl revealed herself to him and allowed them to get to know her, overcoming the barriers of shyness and death.
The policeman cleared his throat uncomfortably, undecided as to whether he was embarrassed or excited, probably both. So much dedication and care were dedicated to a dead person, to a person who was no longer there.
"Finally, doc, cause of death?" —. He forced his voice to sound methodical and professional.
'Death by blunt force blow, here to the back of the head. —The doctor felt a point above the nape of her neck and continued—: They tried to suffocate her but with no fatal result, the rest of her injuries occurred after she died. Doesn't she look beautiful to you?
"Who? ... Well ... she's dead," replied the policeman.
"I had a daughter a long time ago, she died about the same age as this girl." That way they die beautiful before life degrades their beauty. For the last three months, I have been able to attend one every week, it is a rare opportunity.
"Well, she's going to be left wanting, doctor," snapped the policeman, "last night we caught the bastard, we already softened him and he confessed to the last of his misdeeds." There will be no more dead girls.
"What a pity. The doctor moved to the next table, turning his back on him.
"Did you say something, doc...?" Well, I just needed to corroborate what I already imagined. By modus operandi, he also killed her. The last. I hope the prosecutor manages to deport him to his state, there they will give him "the chair." I don't bother you anymore, I see that you still have to continue with your "routine"
The doctor stayed with his back, organizing his tools. The policeman ended the matter and headed for the exit. Before going through the door, he turned around and saw something that disturbed him. The doctor stared at the young woman's corpse, scalpel in hand, while he rocked back on his heels and moistened his lips with his tongue.
"There are too many weird bastards in this life, everyone is where they deserve," he found himself thinking.
The following week he was summoned to investigate another murder. A horrible crime. The assailant had taken his time organizing the crime scene items, including making the bed. On it lay a young woman, meticulously placed, clean, and with freshly washed hair.
A strong smell of antiseptic dominated the room.
Gracias por la lectura
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Los montajes de las ilustraciones 1 2 3 y 4 se hicieron con Snapseed y pertenecen a Pinterest.
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Excelente relato policial. Trabajado con esmero en la escritura y una eficaz regulación de la información, propia de todo buen suspenso. Saludos, @ditoferrer.
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