The anguish of unrequited love — EN • ES

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Es tan difícil para mis dedos sostener el lápiz que escribe estas ideas...
tanto como es para mi alma sostener el peso de la culpa por sentir esto por ti.

Eres tan hermosa, tan maravillosa... ay, amiga. Ay, mejor amiga en el mundo.
Sé que no hace falta que yo te lo diga.
La gente que te rodea sabe cuánto vales y siempre te lo recuerdan.
Te halagan y te felicitan como si fuera tan inevitable como respirar, ¡y no los puedo culpar! Tu brillo es imposible de pasar desapercibido.

A eso se debe el temblor de mis manos, y la inocencia de mi mirada cuando me dirijo a ti.
Tu comprensión y amabilidad no tienen límites, porque mi comportamiento resultara sumamente extraño si no se supiera mi atracción por tu persona.

Pero tú jamás me verías de la forma en que yo te veo.
Solo soy tu gran amigo, tu mejor amigo, de hecho. ¡No es que sea poco! Es dulcemente doloroso. Estar lo suficientemente cerca para oler tu piel, pero demasiado lejos para tocarla suavemente con mis labios y sentir la descarga eléctrica que presiento que recibiré.

Te escucho hablar de ellos, los afortunados que tienen el privilegio de rondar tu mente.
¿Y si yo fuera uno más?
Al menos puedo disfrutar de tu compañía acogedora. Me siento como en casa cuando estoy contigo.

La parte del día que mi cuerpo más disfruta es cuando me das ese abrazo antes de irte.
Es indescriptible la sensación de tus manos suaves, calientes y pequeñas sobre mi espalda, tus latidos contra mi corazón, tu vientre presionando mi vientre...

Tu olor uniéndose a mi ropa (dormiré con esta camisa cerca de mi rostro), tu piel encontrándose con mi piel, el sube y baja de tus pulmones cuando el aire entra y alarga tu vida un poco más...

Cuando menos lo espero, mis piernas se vuelven débiles y me piden sentarme, pero jamás te soltaría; prefiero que tú lo hagas primero. Este abrazo está durando un poco más de lo que estoy acostumbrado, y no le busco explicación porque simplemente necesito sentirlo al máximo.

Parece que estás cansada; te recuestas un poco más de mí, y mi corazón se siente más acalorado. No me doy cuenta cuando se escapa un suspiro traicionero que contuve con esfuerzo un buen rato. Fue audible, creo que lo acompañó un gemido débil.

Temo que te des cuenta del efecto que has causado en mí y que salgas corriendo horrorizada. El solo pensar en la posibilidad hace que mi pecho se aplaste y que las venas de mis brazos duelan.

Pero, en lugar de eso, una de tus manitos sube y se coloca detrás de mi cabeza. Estuve a punto de volver a suspirar, pero lo reprimo. Tu dedo índice acaricia con sutileza ese lugar.

Aprieto mis labios con miedo a arruinarlo todo, pero en poco tiempo mis pulmones reclaman más aire. ¿En qué estás pensando ahora? Se supone que debo estar en el cielo, pero solo estoy aterrorizado de hacer algo tonto, algo que te asuste o te incomode. No quiero que te alejes de mí.

Al fin, te separas, y agradezco internamente porque no hubiera podido resistir con tan poco aire. En cuanto te vas, tomo asiento. Estoy mareado, no sé ni siquiera qué te dije al despedirme. Estoy... feliz. Dios, ¿cómo es posible que algo que se siente tan bonito, tan puro, esté mal?

La contradicción me hace doler la cabeza.