Esta frase la conocí hace años en un curso de locución, a través de un ensayo del escritor venezolano Arturo Uslar Pietri, que nos mandaron a leer, y él la parafraseó. La frase desde el primer momento me impactó y no dejaba de pensar en cuán limitado es mi mundo, porque: ¿cuántas palabras puedo conocer, cuántas de esas utilizo, cuántas integro a mi vida, que me permitan expandir mi mundo?

Darles respuesta a estas interrogantes, puede convertirse en todo un reto, sobre todo, cuando conocemos algunas cifras, por ejemplo: “El diccionario de la Real Academia recoge 88.000 palabras, una persona normal utiliza 300 y si es culta 500”. ¡Horror!, según estos datos, que limitado es nuestro mundo.

Hay un ejercicio muy sencillo que nos ayuda a conocer por donde andamos en este conocimiento. Siéntate con un lápiz, un cuaderno y un reloj; coloca una alarma en 10 minutos y comienza a escribir todas las palabras que conoces, finalizado el tiempo, cuenta y saca tus conclusiones.

Hago esta introducción al tema de la ignorancia porque en ocasiones el desconocimiento de una palabra nos hace cuestionarnos otros conocimientos generales que poseemos, invalidando nuestra experiencia y sabiduría, ubicándonos en un malestar que lejos de ayudarnos nos limita más para abrirnos a nuevas propuestas, ideas y crecimiento.

La inquietud sobre el tema me surge porque en días pasados en la clase de yoga salió a colación la palabra, propiocepción, la maestra, luego de aclarar brevemente su significado, continúo y finalizó la clase, como si no hubiese pasado nada, sin embargo, en la mente y en el sentir, de por lo menos un compañero, las cosas fueron distintas.

Mientras caminábamos hacia nuestros respectivos hogares, esta amiga-compañera-vecina, masticaba la palabra: propiocepción, propiocepción, propiocepción, hasta que finalmente dejo salir lo que sentía diciendo: — ¡Si soy ignorante!, hay tantas cosas que hablen en el yoga que no sé ni comprendo—.

Ante tamaño autodescubrimiento, posiblemente la amiga no reconoce cuanta sabiduría hay en ella y que fue recogida por uno de los grandes filósofos de la humanidad: Solo sé que no sé nada.

Reconocer que no sabemos algo, nos aleja de la ignorancia, solo aquel que reconoce que no sabe puede avanzar, el creer que sabes todo cierra el camino para la búsqueda, la exploración de lo nuevo. Este no saber crea y estimula el aprendizaje.

Por lo amplio del conocimiento existente todos somos ignorantes en muchas áreas y en diferentes medidas, desde esta perspectiva siempre hay algo por conocer, lo realmente importante es comprometernos con ese querer aprender.

Y hablando de este querer aprender recordemos que nuestro cerebro reacciona positivamente ante lo nuevo, moldeándose ante los cambios que percibe a través de nuestra intención y acción, así que cuando indagamos en lo que nos resulta novedoso el cerebro responde mejorando nuestra atención, memoria, razonamiento, la flexibilidad mental que nos permite ver situaciones desde distintas ópticas, entre otros tantos beneficios.

En fin, transformemos nuestra ignorancia en una fuente de motivación para el aprendizaje, ampliar el vocabulario, el lenguaje, siempre será un buen ejercicio para ello.

The limits of my language are the limits of my world.
Ludwig Wittgenstein

I came across this phrase years ago in a speech course, through an essay by the Venezuelan writer Arturo Uslar Pietri, which we were sent to read, and he paraphrased it. The phrase struck me from the first moment and I kept thinking about how limited my world is, because: how many words can I know, how many of those I use, how many I integrate into my life, that allow me to expand my world?

Giving answers to these questions can become a challenge, especially when we know some figures, for example: “The dictionary of the Royal Academy includes 88,000 words, a normal person uses 300 and if they are educated 500”. Horror, according to these data, what a limited world we live in.

There is a very simple exercise that helps us to know where we are in this knowledge. Sit down with a pencil, a notebook and a watch; set an alarm for 10 minutes and start writing down all the words you know, then count and draw your conclusions.

I make this introduction to the subject of ignorance because sometimes the ignorance of a word makes us question other general knowledge that we possess, invalidating our experience and wisdom, placing us in a malaise that far from helping us limits us more to open ourselves to new proposals, ideas and growth.

The concern about the subject arises because in recent days in yoga class the word proprioception came up, the teacher, after briefly clarifying its meaning, continued and ended the class, as if nothing had happened, however, in the mind and in the feeling of at least one partner, things were different.

As we walked to our respective homes, this friend-companion-neighbor, chewed on the word: proprioception, proprioception, proprioception, until finally she let out what she felt saying: -Yes I am ignorant, there are so many things that speak in yoga that I don't know or understand-.

Before such a self-discovery, possibly the friend does not recognize how much wisdom there is in her and that was collected by one of the great philosophers of humanity: I only know that I know nothing.

Recognizing that we do not know something, moves us away from ignorance, only he who recognizes that he does not know can move forward, believing that you know everything closes the way for the search, the exploration of the new. This not knowing creates and stimulates learning. From this perspective there is always something to know, what is really important is to commit ourselves to this desire to learn.

And speaking of this desire to learn, let's remember that our brain reacts positively to the new, molding itself to the changes it perceives through our intention and action, so when we inquire into what is new to us the brain responds by improving our attention, memory, reasoning, mental flexibility that allows us to see situations from different points of view, among many other benefits.

In short, let's transform our ignorance into a source of motivation for learning. Expanding our vocabulary and language will always be a good exercise.