Pablo era un granjero del territorio guajiro. Sus cultivos de maíz y de arroz eran abundantes ya que la tierra que heredó de sus difuntos abuelos era muy fértil.

Sus vecinos tenían mucha envidia de la prosperidad de su granja y siempre hacían comentarios ofensivos diciendo que el hombre tenía un pacto con el mismísimo diablo para producir de esa manera.

Pablo vio pasar muchos veranos y cada año su granja tenía un sobre cumplimiento de la producción esperada y la ganancia era notable.

A medida que crecía la fortuna de Pablo, crecía la envidia de los que vivian alrededor de sus tierras. Así como la sombra de un gran árbol lo perseguía la oscuridad de los malos sentimientos de sus vecinos.

Ese año, Pablo ya era un hombre de mediana edad y le costó el doble de esfuerzo preparar la tierra para la siembra. Pero con sacrificio y mucho empeño lo logró.

El granjero notó que sobre sus cultivos, rondaba una espesa nube que tapaba la luz del sol y no dejaba pasar sus rayos a ninguna hora del día. El riachuelo de donde sacaba agua para el riego, se secó y comenzaba a afectar a sus plantas.

Cuando pasó el tiempo de germinación y maduración de las plántulas, Pablo se dio cuenta que toda su cosecha se había perdido. Plantas muertas es lo que tenía en sus tierras.

El hombre estaba desesperado, pues había invertido todo su dinero en la siembra y ya no tenía ni un centavo. Así que decidió pedir a sus antepasados que lo ayudaran.

Se arrodilló sobre las plantas muertas y tomó un puñado de tierra en cada mano mientras gritaba palabras en otro idioma. La tierra tembló y se agrietó mientras que salían unas sombras ruidosas que ocuparon cada centímetro de los cultivos.

Pablo rogó e imploró ayuda para salvar su cosecha. Y los espíritus de sus antepasados le respondieron que le concedían la ayuda que pedía, ya que la muerte rondaba sus tierras por un maleficio producto de la envidia de sus vecinos. Pero todo tiene un precio, y esta ayuda que pedía Pablo no era la excepción.

El hombre aceptó, pues quería ver florecer su cosecha y sentirse victorioso ante la envia de sus malvados vecinos. No podía creer que la gente a la que él había ayudado tantas veces hoy le daban la espalda y lo dejaban enfrentarse a la oscuridad solo para verlo caer derrotado.

Sus antepasados le encargaron algunos ingredientes,que parecían una receta de cocina. Una vez seleccionados los encargos de una lista, Pablo se dispuso a obedecer a los espíritus y siguió al pie de la letra lo que una voz retumbante le ordenaba.

Un saco, un sombrero de paja, ropa vieja, una zanahoria y tierra negra de su granja, fueron una de las cosas que Pablo consiguió de la lista.

Él estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por recuperar su cosecha y su dignidad. Tanto fue, que no preguntó cuál era el precio por esta ayuda, pues había caído fuerte por causa de los malos ojos de sus vecinos y la sed de venganza lo estaba ahogando.

Tomó el saco y cosió trozos de tela negra para dibujar unos ojos y boca. Con la tierra de su granja, que resultó ser un antiguo cementerio que guardaba las almas de cientos de trabajadores del campo, rellenó y dio forma a un cuerpo. Con la ropa vieja lo vistió y colocó el sombrero para darle personalidad.

Pablo parecía poseído, reía con locura mientras rociaba agua de ceiba y cenizas de un esqueleto animal sobre su creación. Cuando un rayo cayó del cielo y la tierra de la granja absorbió toda aquella energía. El granjero gritó al sentir tanto poder de la electricidad y pudo ver como las plantas cobraban vida y florecían de una forma mágica.

Rayos, truenos y relámpagos azotaron aquel poblado toda la noche, mientras que Pablo se sentía poderoso.

Cuenta la leyenda que Pablo nunca más se volvió a ver. Las tierra que eran de su propiedad siempre estan con cosechas frondosas y plantas hermosas, pero nadie se puede acercar. Un gran espantapájaros, que lleva la ropa de Pablo, custodiaba de forma aterradora los cultivos. No dejaba que nada ni nadie se acerque o reciben una gran descarga eléctrica. El poblado ha empezado a llamarle La tierra maldita.