Hispaliterario 6/ El Duende y Paulina (Esp/ Eng)

Paulina estaba en la universidad y trabajaba como mesera, necesitaba encontrar un nuevo lugar para mudarse, ya que donde estaba le habían subido mucho la renta, esto la tenía con pendientes. En su búsqueda, vio varios sitios cercanos a su trabajo y universidad, pero todos sobrepasaban su ajustado presupuesto; ya casi que en su último intento de visita a posibles sitios de alquiler, se encontró con una vieja casona donde una amable viejecita le atendió muy amablemente.

Al entrar al sitio se dio cuenta de que la decoración iba acorde a la anciana, muñecos de porcelana por todas partes, papel, tapiz de flores, muebles antiguos con mantelitos bordados, pero hubo algo que le llamó la atención, sobremanera, por todas partes, había figuras de diferentes materiales de pequeños duendes, los había de porcelana, de madera, de tela instalados en diferentes ambientes de la casa, esto le pareció muy curioso a Paulina, que no pudo evitar hacerle un comentario a la señora acerca de estos inusuales objetos de decoración...

La anciana, muy amablemente, le dijo que estos la cuidaban en esa grande casona, pues vivía sola y ellos eran sus guardianes... Paulina pensó que la pobre anciana, tenía una imaginación muy creativa, lo que hacía la edad y la soledad..., pero la renta estaba genial para ella, se adaptaba a su reducido presupuesto, así que se mudó en cuanto pudo. La anciana la ubicó en uno de los 5 cuartos que tenía desocupado, el de ella estaba cerca de la cocina y del baño. Paulina estaba feliz, todo se veía bien de primer momento, era la única inquilina.

Los primeros días fueron tranquilos, apacibles, lo único era que al llegar a la casa, veía a estos duendes en diferentes posiciones, como si la estuvieran esperando, esto le parecía, era un poco tétrico, pues no le parecían muy simpáticos, al contrario, algo grotesco, pero ni siquiera se les acercaba, pues su dueña era muy celosa con ellos, en más de una vez la consiguió sosteniendo extrañas "conversaciones" con ellos, pero Paulina se lo atribuyo a la edad y a la vejez...

Una noche, fue por un vaso de agua a la cocina y se tropezó con uno de estos duendes, qué parado estaba en el recinto, al no ver bien en la penumbra, se llevó un susto de muerte al prender la luz y ver al duende en el centro de la cocina como si nada, no pudo evitar decir, _ ¡Por Dios, horrible duende! _ tomó rápidamente el agua y salió corriendo a su cuarto, ella asumió que seguramente la anciana lo había dejado allí, olvidado. Logró dormirse sin dificultad, pero al cabo de unas pocas horas algo la despertó.

Se incorporó en la cama al oír claramente como alguien botaba como una pelota en la cocina, era como si alguien jugara ruidosamente a esas horas, miró el reloj y eran las 3:30 am. Se levantó a reclamarle a la anciana, pues ella tenía exámenes al otro día y era una falta de respeto a su sueño; pero al ir hacia la cocina, solo estaba este duende y una pequeña pelota a sus pies... la anciana brillaba por su ausencia, Paulina salió corriendo a su habitación y se cerró con llaves, nada más llegar, empezó a ver como unos pequeños pies corrían por enfrente de su puerta, se podían ver por una pequeña rendija.

Al final a Paulina la venció el sueño y se quedó dormida ya amaneciendo junto a los rayos del sol. Al levantarse ya tarde para asistir a clases, se vistió rápidamente y se fue a la universidad. Tratando de echar al olvido lo del horrible duende, se dijo, que seguramente lo había imaginado y se dispuso a seguir con su día, pero al llegar a casa empezó a notar cosas extrañas a su alrededor, en su cuarto todos sus zapatos estaban desordenados, no recordaba haberlos dejado así. Pasaron los días y sus cosas se las cambiaban de lugar, perdía sus llaves, pensaba que se estaba volviendo loca...

Hasta que en uno de esos días, en que su impaciencia estaba al borde por no conseguir sus llaves, una sarcástica risa se dejó oír por todo su cuarto y al mirar de reojo, pudo ver al duende de la cocina, que salía corriendo con las llaves. Paulina no lo podía creer ¡Todo el tiempo había sido el duende!, y ella, creyendo que hasta sería la anciana husmeando entre sus cosas, ya sabia quien era el culpable de tantos desastres y perdidas. Desde ese momento su vida se convirtió en un infierno, se oían pequeños pasitos en su habitación, risas, le jalaban su cobija en las noches, Paulina ya estaba paranoica. Tenía que encontrar una solución.

No podía darse el lujo de pagar algo más costoso, apenas tenía para mantenerse. Así que se acordó de su abuela que vivía en el campo y que era muy sabia, tal vez ella podría ayudarla. Ese fin de semana, se fue a visitarla sin demora. Nada más llegar, su abuela pudo ver el desgaste físico y emocional que su nieta traía, la escucho pacientemente, al terminar Paulina su relato, su abuela le dijo, _ Has ofendido al duende, ahora para poder alejarlo de ti tienes que hacer algo, que no pueda soportar que no tolere _ Paulina escuchaba atentamente estaba dispuesta a todo, su abuela prosiguió.

_ Tienes que agarrar y ensuciar todos tus zapatos de tu propio excremento, él no va a tolerar ver esto y va a ponerse a limpiarlos, en ese momento debes disculparte y pedirle que te deje en paz, porque si no vas a seguirle dando ese asqueroso trabajo, él no podrá negarse a hacerlo, pues no soportan la suciedad _ Paulina no pudo evitar reírse al imaginarse a aquel horrible duende en tan apestosa labor, pero bien merecido se lo tenía ja, ja, ja, lo haría. Se despidió de su sabia abuela dispuesta a poner en marcha su plan.

Dispuso todo y dejó los zapatos apestosos en la puerta de su cuarto, nada más colocarlos en el lugar apareció el duende como si lo hubieran llamado y con mucho asco procedió a limpiar los zapatos. Paulina, sonriente, procedió a pedirle disculpas, pero le exigió que no volviera a molestarla más, porque si no siempre le dejaría sus zapatos para su "limpieza"..., el duende enojado, por vez primera le contesto, _ Así será, jovencita ¡apestosa! _ indignado terminó de limpiar y desapareció, esa noche una Paulina feliz durmió a pierna suelta ja, ja, ja.