Escribo estás letras como un escape, como un intento de fuga temporal de como me siento, porque después de semanas de perseguirme, el cansancio me ha alcanzado. He hecho todo lo que he podido para engañarlo a él y a mi mismo, y todo lo posible dentro de mis posibilidades para evitarlo, pero al final ha sido inútil, y ahora está sobre mí.

El cansancio en mis condiciones actuales, en las que tengo mucho por hacer, es un lastre que te vuelve lento, torpe. Es un imán para accidentes e imprevistos, y un campesino oscuro que subterfugiamente siembra semillas sin que te des cuenta, y que con el paso del tiempo germinan en forma de achaques y dolores, en el mejor de los casos, y de padecimientos y/o enfermedades crónicas, en los peores.

El dilema es el siguiente: hacer una pausa, o no; descansar o no. La lógica me dice que descanse, pero otras partes de mi me piden que siga. No es una decisión sencilla. Imagina que vez un león que viene en tu dirección y sabes que va a atacarte, pero te sientes cansado. ¿Descansarías un rato, aunque se acerque más, para luego largar la carrera con más fuerzas, pero con el pisándote los talones? Ó ¿seguirías corriendo, aunque sea cada vez más lento, mientras ves como el se acerca cada vez más rápido?

¿Qué nos da más posibilidades de escapar? Y si no es posible escapar, ¿cómo podemos minimizar el daño? Es difícil saberlo. El cansancio no es como el león. Este te mata rápido, y el cansancio, en sus diferentes formas físicas y emocionales, te mata lento, pero con la misma eficacia, y con la salvedad de que a veces ni te das cuenta.

Puede que todo esto suene muy dramático, pero creo que cuando hablamos de cosas que por lo general solemos minimizar, es válido para darnos cuenta de su importancia, y si usted piensa lo contrario estimado lector, permítame la licencia de hacerlo, que estoy cansado, y veo al león muy grande y amenazante a la distancia, y quiero librarme de él.

Volviendo a las cosas que solemos minimizar, como el cansancio, creo que son de las que más nos dañan, porque incluso a veces son invisibles, pero muy eficientes. Son como un gas inoloro que respiras sin darte cuenta hasta quedarte dormido, para ya nunca despertar.

Vivir cansado no es vivir, es sobrevivir. Y sobrevivir no es suficiente. Hay que luchar por vivir, y por vivir bien, lo que no significa que vivamos en abundancia económica, sino en abundancia de calidad de vida. O sea que vivamos una vida que valga la pena de ser vivida.

Y para lograr esto la palabra clave es equilibrio. Lo malo es que el equilibrio no es fácil. ¿Han visto esas imágenes de equilibristas caminando de un edificio a otro sin dispositivos de seguridad, y cargando una enorme vara? Bueno pues así de difícil puede ser lograr el equilibrio en nuestra vida.

La diferencia es que si el equilibraste cae, muere irremediablemente, pero si nosotros caemos, siempre nos podemos levantar, y esa es una gran diferencia. Es como jugar un videojuego en el que cada vez que mueres revives porque tienes vidas sin límite. En un juego así, salvo que literalmente estés negado para el mismo, por simple experiencia tarde o temprano aprendes, y dejas de morir.

Bueno pues el cansancio es uno de esos enemigos a vencer en el videojuego que es la vida. Y es un enemigo peligroso porque se ve inofensivo, solo nos provoca estrés, falta de sueño y de tiempo libre, y otras cosas de igual aparente poca gravedad. El problema es que es acumulativo, pero en eso nunca reparamos.

A mi me costó mucho (y me sigue costando) obligarme a dormir mejor, hacer pausas, priorizar otras cosas por encima de las aparentemente apremiantes, y si las cosas no salen bien, tomármelo con calma. Y es complicado porque el subconsciente es canijo, y hasta que no verdaderamente interiorizas tus razonamientos, este los ignora olímpicamente y tras bambalinas te fastidia todo lo que puede.

Y aún cuando lo tienes todo bien interiorizado, malabarear las cosas, o como en este caso, tomar una decisión, no siempre es sencillo. Y lo es porque es contra-intuitivo, e incluso contra-natura. Es casi como pedirte que en vez de huir del león, vayas hacia él. Todavía no se que voy a hacer, pero me resisto a ser víctima de las circunstancias, me resisto a darle el control de la situación al león.

Elijo, y elegiré siempre que me de cuenta, ser activo y no pasivo en este tipo de situaciones. Elegiré siempre ejercer mi poca a mucha libertad, mi limitado margen de maniobra para beneficio de mi salud y bienestar físico y emocional. ¿Cómo lo haré en esta ocasión? Aún no lo sé, pero ya se me ocurrirá algo. Deséenme suerte.

Si llegaste hasta acá muchas gracias por leer este publicación y dedicarme un momento de tu tiempo. Hasta la próxima y recuerda que se vale dejar comentarios.