[ESP] Los buenos y los malos mueren allí

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En unos minutos Gael acabaría con la angustia que le carcomía las entrañas, cerró los ojos y apretó los puños con fuerza, el pensamiento de que en cualquier momento el sonido de las pesadas botas que siempre llevaba el gordo encargado del procedimiento y el entrechocar de las cadenas estarían más cerca le torturaba.

Él no quería seguir llorando frente a su madre y menos delante de su hermano pequeño, tenía que ser valiente ante la situación, y dejar de romperse la cabeza pensando en el sin fin de sustos que se producirían cuando el interruptor se accionara, y las luces se encendieran, sobre todo se imaginaba el ruido que haría el mecanismo avisando que ya era hora, momento en el que la vida comenzaría a disiparse en medio del sufrimiento y mientras el cuerpo se carbonizaba en total agonía un velo oscuro caería, los ojos se cegarían para siempre por todos los pecados cometidos aquí en la tierra.


Bajo el brazo Gael llevaba una biblia mediana, había suplicado tanto de rodillas por el perdón de su alma que tenía llagas en ellas y presumiblemente la noche anterior ensordeció al omnipresente, todopoderoso por tantas oraciones que le libraran de la condena que le esperaba en el lago de fuego eterno si no se arrepentía a tiempo.


De repente oyó que algo atroz y horripilante se acercaba, un ente informe que se arrastraba por los recónditos espacios, una bestia deseosa de sangre, dispuesta a provocar gritos, sudor, lágrimas, la más segura pesadilla o realidad de todo ser humano, la muerte. Gael levantó los brazos al cielo y exclamó "ten piedad padre" segundos después el hombre obeso quien representaba al verdugo se dirigió a cámara lenta por el largo y poco iluminado pasillo para recoger al condenado y llevárselo al mismísimo infierno.


Su familia le abrazó por última vez para despedirse, lloraron, suplicaron, pero él no dijo nada, guardó silencio y apenas correspondió al cariño de todos quizá porque quería que lo recordaran valiente o resignado, él aceptó que iba a morir sin rechistar, cuando el custodio le ordenó levantarse, hizo una pequeña señal para que le dieran un segundo para terminar de fumar, luego sin la menor preocupación en su rostro, extendió sus manos para que colocaran las esposas y se levantó dirigiéndose a la puerta, aunque su alma estaba llena de podredumbre y odiosa maldad, se reflejaba bastante sereno a pesar de lo que le esperaba en la blanca habitación como le llamaban.


Gael volvió a cerrar los ojos y cuando los abrió un escalofrío recorrió todo su cuerpo, las lágrimas brotaban y su rostro cansado, lucía descompuesto, pálido por los efectos de la tristeza y la culpa, por no poder hacer nada más que esperar, porque ya lo había intentado todo.


Las correas de la silla inmovilizaban pies y manos del condenado a muerte, todo estaba listo. Quizá él trató de no imaginar la desesperación de las personas que estaban detrás del cristal y su mente inventó que se reían porque por fin se librarían de un parásito que solo les había causado dolor, de pronto le cubrieron la cabeza con una funda negra y alguien detrás de él le preguntó si quería decir sus últimas palabras, pero negó con la cabeza, entonces procedieron a accionar el interruptor y las luces comenzaron a encenderse y apagarse, una a una hasta llegar a la roja. De pronto, una cantidad de voltios hizo que su cuerpo se estremeciera muy rápidamente, los gritos ensordecieron a todos, chirridos de la silla eléctrica, se mezclaban con la inquietante agonía del condenado. Instantes después, todo se detuvo, aún respiraba aunque emanaba humo de la funda que cubría su cabeza, entonces una segunda descarga peor que la primera incineró el cerebro y reventó su corazón, finalmente la muerte se había llevado de este mundo a un ser que se negaba a arrepentirse, causante de la muerte de una familia y de cientos de extorsiones y secuestros.

El padre Gael cayó al suelo y lloró desconsoladamente por no poder interceder ante Dios para salvar el alma de su renuente y malvado padre, que ya era cadáver allí en la silla eléctrica, donde mueren los malos, pero también los buenos.


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Que dilema moral la silla eléctrica. Ahí en las letras casi estuve en la silla me hubiera gustado apagar el circuito eléctrico pero y si antes hubiera podido parar al asesino que terminó matando familias enteras. Ah la lectura fue para pensar.

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