Él antes aún devora

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Ese chasquido estridente que consigue una canción y me escupe años atrás para recordar la mierda que me contamina por dentro. Yo solo abrí Telegram como es costumbre para escuchar música, nada más. :C

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Creo que pasé los primeros años de mi vida jugando con la hija o sobrina de la muerte, porque desde el primer año hasta los 7 mi casa era la sala de urgencias de los hospitales, el asma siempre parecía arrancarme durante minutos de los brazos de mi madre, incluso una vez en su desesperación por aliviarme me unto una pomada en el pecho que casi me mata, no podía respirar. Por supuesto, tengo vagos recuerdos de aquellos momentos en los que me vi obligada a ingerir múltiples jarabes naturales preparados por mi madre y de alguna que otra crisis asmática a la que me enfrenté durante el proceso de recuperación.


Crecí rodeada de abrazos secos, aprendí una risa vacía, se burlaron de mi inocencia y me obligaron a entender cómo los padres creaban buenas personas, únicamente con un cinturón que iba y venía cortando la carne, marcando la piel para recordarte a ti hijo o hija que debes ser bueno cuando crezcas.


Me plantaron de rodillas en un rincón de cara a la pared, allí en ese hueco conocí el odio, el rencor hacia la gente adulta, y los sentimientos negativos fluían como ríos crecidos, el resentimiento se apoderó de mi cabeza y los pensamientos malos se incrustaron en lo más profundo de mi alma y me destruyeron.


Mi primer amigo fue mi primo, a quien admiraba porque lo veía como mi héroe, pero tal vez envidiaba su vida, su libertad para expresarse, jugar, salir y que absolutamente nadie le agrediera para enseñarle lo que significa moldear a un niño. Aunque nunca consiguió nada diciendo no la castigues, siempre intentó ayudarme, era reconfortante verle asomarse a la ventana para darme un poco de su ánimo y esperar de cerca a que me levantara de mi castigo para ir a jugar, probablemente hoy ni se acuerde de esto que digo. A veces me daba vergüenza verle la cara, así que me quedaba mirando a la pared, me costaba contestarle, pero aquel niño inocente era el único que se preocupaba y me hacía sentir bien e importante. Cuando cumplí 15 años conocí la traición o despedida, él se alejó para ser amigo de un chico que siempre estaba en la calle y que nuestra familia acogía como uno más, incluyéndolo en cada reunión o paseo, a través de ese chico conoció más amigos y ya no tenía tiempo para estar en la casa o compartir conmigo, no volvió a tomarme en cuenta por ser mujer, poco a poco nos fuimos alejando, conoció los placeres de ser adolescentes y nos convertimos en un par de extraños que vivían en la misma casa. Sin embargo, nunca dejamos de hablarnos de vez en cuando, y años después solo nos juntábamos a tomar licor en estúpidas reuniones que al final solo eran una excusa para emborracharse, yo trataba de encajar idiotamente en su mundo, deje de hacerlo.


Hoy en día no soy nada especial, soy la hija enfadada, la hermana distante, la esposa, la novia o la madre de nadie, la amiga de ninguno, la amiga que lo arruinó todo, pero también la amiga que dio infinitas oportunidades a quien no lo merecía, la mujer que lleva la soledad como un alfiler clavado en la piel.


En fin, siempre estoy corriendo para que el pasado no me empuñe, pero me canso demasiado rápido y los pies se hinchan, pesan, caigo y me cuesta levantarme, pero la fuerza interior me hace querer seguir de rodillas si es necesario, aunque una y otra vez pasa lo mismo, no llego a la meta y me quedo sin rodillas, evidentemente estoy herida, no puedo seguir por el momento; sin embargo, intento arrastrarme, entonces el ayer me alcanza y lame la meta que tanto ansiaba cruzar, tocar, se acerca y arrebata mis avances presentes, los introduce en su boca hedionda y los devora delante de mí, mis palabras salen en gritos de mi garganta, y me doy cuenta de que llorar no sirve de nada, solo te calma mientras todo se asienta y se acumula aquí dentro.

Entonces, comienzo de nuevo.


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