La revolución del lenguaje y la escucha (Español/Ingles)

Un saludo amistoso queridos Hivers, me da mucho gusto estar en la hermosa comunidad Holos&Lotus antes de que termine la semana. Esta vez me uno a la grandiosa Iniciativa. El dialogar y la intención de entendernos propuesta por la compañera @damarysvibra. Es común escuchar que uno de los elementos más importantes en una relación es la comunicación, esto también aplica en todo tipo de vínculo, pero muchas veces cuando las personas intentan ejercer esta comunicación constante con sus parejas o su gente querida, se estrellan con la realidad de que comunicarse no les resulta fácil. Por eso es que muchas personas prefieren evadir las conversaciones importantes y ver en silencio como sus relaciones se desmoronan o se construyen sobre bases de dolor y malos entendidos.

Lo cierto es que la vida nos exige comunicarnos cuando en ninguna etapa de nuestro desarrollo nos enseñan a tener una buena conversación amorosa, horizontal y empática. Desde niños nos enseñan que la palabra es un privilegio de los que tienen poder, en las familias los padres hablan y los hijos escuchan para obedecer, en las escuelas los profesores hablan y los alumnos escuchan para obedecer; la escucha no se nos plantea como un ejercicio para entendernos o llegar a acuerdos.

Esto no es diferente cuando los niños se encuentran en los espacios de juego con sus iguales, pues lo que hacen es reproducir esas relaciones que vienen aprendiendo de los grandes y sin duda el que tiene más voz es el que tiene los mejores juguetes o el que su papá tiene un mejor automóvil. Cuando llegamos a adultos la dictadura se extiende, pues comenzamos a trabajar y seguramente tendremos un jefe, con el que nuevamente solo tendremos la opción de escuchar para obedecer.

Por eso no es de extrañar que no tengamos recursos para expresar como nos sentimos, ni cómo manejar conversaciones que no se den en un orden vertical, como pasa en los grupos de amigos o en una relación de pareja, vínculos que nacen de la interacción natural, que son producto del placer de compartir y no están atravesados por ningún interés. Entonces cometemos el error de empezar a falsificar esa verticalidad, porque es la única forma en la que aprendimos a relacionarnos y nuevamente nacen las barreras para comunicarnos.

Yo descubrí esto cuando ya estaba adulta, me costó mucho aceptar que no tenía la habilidad de escuchar a los demás ni de expresar lo que sentía. Entendí que aunque usara un lenguaje amoroso y un tono amigable mis predisposiciones no dejaban que la conversación fluyera de manera horizontal, pues al final yo quería que se hiciera lo que yo deseaba o que se llegara a la conclusión que yo esperaba. Cuando descubrí esto entendí que a pesar de que escuchaba a los demás realmente no me importaba lo que me estaban diciendo, o como se sentían los otros y esta es una forma terrible de sordera, una sordera emocional.

Esto me hizo sentir muy mal, pero de inmediato quise trabajar en ello. He tenido que trabajar mi ego y esto no es tarea fácil, pero tampoco es imposible, lo que me ha ayudado es conectarme con las otras personas desde nuestra humanidad y desde el amor, no desde el amor romántico porque en ese caso tendría que tener un vínculo con cada persona con la que hablo, pero si desde el amor como valor universal. Por supuesto con mi gente querida ha sido más amigable el proceso, aunque no más sencillo, igual siempre se asoma por allí la soberbia que es enemiga de los acuerdos y los entendimientos. Pero siempre es muy satisfactorio salir de cada conversación renovada, aprendiendo un poco más sobre mi misma y sobre los demás.

En cuanto a expresar como me siento, también ha sido un trabajo, antes podía durar horas tratando de explicar que sentía y por qué lo sentía, esto podía ser perturbador para las personas que trataban de escucharme y entenderme. Ahora trato de concretar, esto lo he logrado dejando a un lado los trasfondos, pues antes le daba muchas vueltas a la situación esperando siempre tener la razón al final; ahora lo hago solo para expresar lo que siento, incluso si al final me doy cuenta de que estoy equivocada y tengo que disculparme.

He aprendido que la expresión es un fin en sí mismo y no un medio para tener la razón. Expresarme es liberador para mí y para la persona con la que estoy conversando, pues al hablar desde el corazón y con honestidad no hay espacios para los malos entendidos y las dobles interpretaciones. Ya no me importa estar equivocada, mi objetivo es expresar lo que siento y porque, total si la conclusión es que yo estoy equivocada, de ese error también aprendo algo importante siempre.

Ha sido un camino largo y muchas veces doloroso, pero los aprendizajes son gratificantes. Creo que es hora de hacer una revolución del lenguaje y también de la escucha, desde las infancias tenemos que enseñar a los niños que deben usar su voz y que su palabra importa y vale, así como la de los demás. Pero primero debemos aprenderlo los adultos, debemos abandonar todos esos malos hábitos que tenemos en nuestras conversaciones, inventar nuevas formas de expresarnos y de escuchar, buscar alternativas, dejar de hacerlo como se ha hecho siempre, que claramente no ha sido la mejor manera y crecer juntos en el proceso.