Relato: Zorg en el mercado de Santiago

"¿Kibis?, ¿qué es eso?", preguntó de pronto Ik'r Zorg, muy consternado, mientras caminaba en medio del bullicioso mercado de Santiago en la ciudad de Mérida, Yucatán.

Son la versión terrícola de los nolos neptunianos, solo que son de carne en lugar de fruta. Vienen en dos presentaciones, planos o elípticos, le respondió Martha Vodegaray por teléfono.

"Ah, ya... ¿Y en dónde puedo conseguirlos?"

"Puedes ir al puesto de comida que está frente a un lugar llamado Super Aki o acudes a la Lupita. Personalmente prefiero los que venden en las cercanías del supermercado, sobre todo los rellenos.

"Muy bien... ¿Alguna otra cosa?"

"No. Eso sería todo. Te veremos más tarde".

"¡Va!"

Al colgar la llamada, no pudo evitar sorprenderse al caer en cuenta de que mucha gente le miraba de reojo con curiosidad. Por un momento creyó que tenía alguna mancha en la ropa o que quizás tenía algún bicho en el pelo. No obstante, recordó que la gente reaccionaba así cuando veían a Adelbarae en el mercado.

La llegada de su amigo, el general Adelbarae Borg, a la Tierra causó una serie de cómicas reacciones, sobre todo por la accidental indiscreción del siempre discreto general neptuniano en llegar al planeta en una nave espacial con un grupo de amigos, incluyéndose. Los terrícolas estaban absolutamente pasmados ante la noticia de que había civilizaciones en los planetas lejanos, pues desafiaba la creencia de que los demás planetas del sistema solar estaban hechos de gases que no los hacían idóneos para la vida humana. Es decir, ver a seres humanos de dos metros y medio caminando entre ellos era algo impensable y asombroso; los veían como gigantes intimidantes.

El presidente mexicano y el primer ministro británico le dieron indicaciones y coordenadas para viajar a México. Incluso algunos pilotos de aviones se ofrecieron para guiarlo desde sus aviones. Mientras tanto, el Ejército Mexicano y la Policía estaba localizando a Martha, quien estaba en ese momento en casa de sus padres Iorek y Elia. Éstos, asombrados al enterarse de que su hija desaparecida estuvo en un planeta lejano, le pidieron explicaciones sobre la situación. Iorek particularmente quería saber si el hombre era de intenciones honorables, dado que Martha había tenido novios que dejaban mucho qué desear. Ella le dijo que Borg era no solo un hombre honorable, sino también honesto y franco.

No pasaron tantas horas cuando miembros del Ejército se presentaron en la casa de los Videgaray y la trasladaron de inmediato al Aeropuerto Internacional de Mérida Manuel Crescencio Rejón, en donde recibió a su esposo y a todos sus amigos; la nave espacial surcó los cielos hasta llegar a la casa de la abuelita de Martha, doña Tere. Los vecinos, quienes grababan la reunión con sus teléfonos y estaban asombrados al saber que doña Tere era pariente política del alienígena, lanzaron una fiesta de bienvenida a la comitiva neptuniana.

Zorg particularmente disfrutó mucho de las cumbias que sonaban en las grabadoras, bailando los llamados "pasitos perrones" con su esposa Aghar. Borg, por su parte, estaba muy nervioso cuando se presentó ante Iorek y Elia; al final, el encuentro salió bien y de inmediato empezaron a intercambiar historias sobre sus planetas.

"Buenos días, señora. ¿A cómo los kibis rellenos?", preguntó Zorg.

"A 23 pesos la pieza".

"¿Y los sencillos?"

"A 17".

"Uhmmm... Bueno, deme ocho kibis sencillos y ocho kibis rellenos, por favor".

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